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El maridaje continúa

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60 Festival Internacional de Música y Danza de Granada

Las idas y vueltas: músicas mestizas del Barroco colonial con el flamenco

El 13 de diciembre pasado, Enrique Morente venció a la muerte, ahora es inmortal. Desde hacía tiempo venía intuyendo esta certeza. El miércoles, viendo a Arcángel con la Accademia del Piacere, se confirmó. Morente vive en los que siguen su estela, en los que piensan que el flamenco no acaba en el flamenco, los que con respeto y conocimiento se acercan a otros mundos para su riqueza.

Pero no sólo el flamenco y la música barroca se dan la mano y crean ese punto de unión que las hace perfectamente complementarias, sino que se asoman a la América conquistada e interactúan con los llegados y los autóctonos para crear unos sonidos nuevos con ecos inconfundiblemente ancestrales.

Un concierto que, dividido en tres partes tenuemente diferenciadas, no defraudó ni a aficionados ni a foráneos, a pesar de la experimentación.

Las tierras & las raíces, como carta de presentación, comenzó con una Improvisación sobre La Espagna, que el grupo barroco supo hacer mágico, con abundante protagonismo de la viola da gamba tañida por su director, Fahmi Alqhai, y por otros dos músicos, Johanna Rose y Rami Alqhai. En sus notas finales, aún suspendidas en el aire, se levanta la toná de un Arcángel en plena forma de afinación y cualidades.

Fue como la petición, el permiso para fundirse en dos romances de nuestro cancionero anónimo: el del Rey Moro y las Morillas de Jaén. Miguel Ángel Cortés, a la guitarra, nada como pez en agua clara. Su manera de concebir el toque y la visión orbital de su instrumento hacen que pareciera haber nacido para esta combinación. Agustín Diassera con el percusionista clásico, Pedro Esteban, forman un estupendo tándem que demuestran con un solo rítmico (quizá demasiado largo) hacia el final del programa. El cantaor onubense con la soprano Marivi Blasco encajan en un amistoso duelo de moderado grito y gorjeo sereno.

La segunda parte, dedicada a las Músicas mestizas, se abre con Miguel Ángel apuntando levante y farruca que sirve de introducción a unas folias (de las músicas más antiguas de nuestra tradición musical que cruzaron el charco) y terminan dejando solos a los flamencos para remedar al maestro ronco con su vidalita, comenzada con milonga y rematada por seguiriyas valientes, al más puro estilo morentiano.

Las danzas, como última entrega, comienza con unas marionas que Enrique Solinis, con su guitarra barroca llena de virtuosismo, introduce generosamente, al que se unen el resto de sus compañeros, finalizando esta danza antigua con unos canarios (otro baile, procedente de las islas, en compás ternario).

El flamenco puro vuelve a hacer su aparición en forma de alegrías. Fueron las mismas cantiñas que propusieron cantaor y guitarrista en su reciente visita a la peña de La Platería. Unos aires de Cádiz que dan paso a ese romance alegre conocido como jácara, que se asoma a la tierra, haciéndose bulería en los postres. Las voces magistrales. Su unión celestial.

Termina el concierto con una guaracha, que se hace guajira en la voz de Arcángel, para volver al son afroantillano y fundirse el algo nuevo o en lo de siempre.

¡Larga vida al flamenco mestizo y a la sabia fusión!

* Foto de Alfredo Aguilar para IDEAL©.

 

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