Despedida urgente a Juan Heredia
La muerte, aunque anunciada, es un desgarro vitalicio en el transcurso de nuestros días. Vengo del cementerio, de decir el último adiós callado a Juan Heredia, conocido popularmente como Juanillo.
No lo conocía mucho, pero sabía que era un hombre bueno. Todo el mundo lo quería. Era muy flamenco y una institución en el Sacromonte.
Cuando pasaba por la puerta de su restaurante, Casa Juanillo, camino del Museo o de la Chumbera, solía estar sentado en la puerta controlando hasta el aire que soplaba ese atardecer. Dependiendo de la prisa que llevara, me tomaba una cerveza, me sentaba un poco con él o simplemente nos saludábamos.
No hablábamos de nada en particular, de flamenco, del Monte o del tiempo socorrido, pero sentía una especie de orgullo de estar en su presencia y compartir su tiempo.
Astuto y rígido, era amante de sus amigos, de sus hijas (Encarna, Jara y Antonia, las tres bailaoras, a las que admiro) y de sus nietos.
Ayer murió un gran hombre, en las garras ciegas del cáncer, y el mundo incomprensiblemente sigue dando vueltas y los pájaros cantando y la brisa de Valparaíso alegrando un Camino eternamente marcado por las huellas de un buen gitano llamado Juanillo.
* Foto sacada de Granada Hoy, edición digital©.
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