Ayer se cayó una torre
No somos sino el sueño de una sombra.
Píndaro
El sembradío se coloreaba en cuadros de hierba seca o en áridos terruños de piedra oscura, que parecían trazados con tiralíneas. Un joven, semejante a cualquier otro, caminaba embutido en saya parda, espadón al cinto y rodela embrazada a la izquierda.
A ambos lados del caminante, de cuando en vez, se veían otros reclutas huyendo desesperadamente de ejércitos y caballos supuestamente ofensivos. Era una contienda ordenada, sin embargo.
Animado por sus iguales, el joven también comenzó a correr protegido por su escudo, sin dejar de mirar hacia atrás. Saltó de cuadro a su antagónico apenas sin detenerse y sin pensar en las zancadas (alguien pensaría por él).
En plena ceguera entonces, sin advertirlo siquiera, se dio de bruces con torre albina en puesto avanzado, que incomprensiblemente derribó al punto.
No le dio lugar a recapacitar empero, porque un corcel blanco, que rampante saltaba en ele, se le echó encima y se lo comió.
Desde alturas insospechadas, una voz algo nasal, rasgó los cielos diciendo, entre eufórica y decidida, jaque mate.
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volandovengo -
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Alberto Granados -
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volandovengo -
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