Un hombre bueno
Inconmensurablemente bueno era aquel hombre. Bondadoso hasta lo impensable. Quizás el hombre más bueno sobre la tierra.
Un verano, cuando las moscas revolotean y se pegan como pequeñas limaduras de hierro a los grandes imanes humanos, se dio cuenta que si espantaba los insectos que impepinablemente se posaban en su cuerpo, podían llegar a molestar a otros compañeros, haciéndolos justamente enfurecer. Así, que estoicamente decidió soportar aquellos puntitos negros alados.
Pasó el tiempo y el hombre reconoció que su pasividad no era suficiente: las golosas hijas del diablo seguían molestando a sus vecinos. De esta forma, aquel hombre bueno (en el sentido machadiano de la palabra), untó miel por todo su cuerpo, para, no sólo soportar a las familiares que ciertamente le correspondían por derecho porculizador, sino también atraer a todas sus golosas congéneres que pululaban por los alrededores, liberando, de este modo, a las personas que le hacían compañía en aquel momento.
Al tiempo, aquel hombre inconmensurablemente bueno, murió mosqueado, creo.
* Éste es un cuentecito que escribí a principio de los 80.
2 comentarios
volandovengo -
siroco -
Llevo conviviendo con una de ellas desde el verano pasado. Aún no sé cuantas veces la he podido matar y ha resucitado. Pero es, como su nombre indica "cojonera".
Saludos