La unión y la fuerza
La primera noticia que tuve de los dholes o perros salvajes asiáticos (Cuon alpinus) fue en El Libro de las tierras vírgenes de Rudyard Kipling. Era impresionante cómo este grupo de animales, de pequeño tamaño lo arrasaban todo, por su número y por su perseverancia. El escritor británico los describe así:
“¡Los dholes, los dholes del Dekkan, los perros de rojiza pelambre, los asesinos! Vinieron al norte desde el sur diciendo que en el Dekkan no había nada y exterminando todo a su paso”.
Todos en la selva, hasta el animal más fiero, el tigre, le tenían verdadero pánico a esta marabunta, a la que venció Mowgli, el niño que convivía con los lobos, con su astucia y con la inapreciable ayuda de los consejos de Kaa, la independiente pitón de nueve metros, y el pueblo diminuto, "las laboriosas, feroces, salvajes y negras abejas de la India".
Dentro del rechazo que puede producir una manada de asesinos de este calibre, mi admiración era mayor cuanto más conocía a esta especie, su organización y disciplina, obediencia a los alfa y método destructivo. Me recordaban a las hordas salvajes de los hunos de Atila que, al pasar, no dejaban en pie ni una brizna de hierba.
Estos animales, los encontré más tarde en Creación, de Gore Vidal. El escritor estadounidense comenta: “El más peligroso de todos los animales de la India es el perro salvaje. Se mueven en manadas. Son mudos. Son irresistibles. Aun los animales más rápidos caen finalmente, porque la manada no cesa de perseguir día tras día al ciervo, al tigre, incluso al león, hasta que se fatiga y vacila. Y entonces, en absoluto silencio, los perros atacan”.
El hombre, o sea, nosotros, en el amanecer de los tiempos, salvando las distancias, deberíamos ser así, “asesinos” y carroñeros, que basábamos nuestra supervivencia en el número y en la constancia.
El dhole, leo en alguna página de Internet, está en peligro de extinción ya que se calcula que quedan menos de 2.500 adultos en estado salvaje y, si se sigue así, seguirán disminuyendo.
Las posibles amenazas a la especie, consulto en otra página, son la pérdida de hábitat, el agotamiento de sus presas más importantes, la competencia interespecífica, la persecución por parte del hombre y las enfermedades que les transfieren los perros domésticos o asalvajados.
Perros salvajes también hay en Australia, es el dingo (Canis lupus dingo), descendiente del lobo asiático, aunque, curiosamente, este cánido es solitario y también en peligro de extinción.
Y, en África, quizá los más conocidos, encontramos el perro salvaje africano (Lycaon pictus), como los otros andan escasos de población, de los que habla Julio Verne en su libro Cinco semanas en globo:
“-… ¡Mirad qué bandadas de animales que marchan en columna cerrada! No bajan de doscientos; son lobos.
-No, Joe, son perros salvajes, pertenecientes a una famosa raza que no teme luchar con el león. Su encuentro es para los viajeros el peligro más terrible. El que tropieza con ellos es inmediatamente hecho pedazos”.
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