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'Extremo Jondo' en Marbella

'Extremo Jondo' en Marbella

Creo que con ésta son cuatro las veces que he visto Extremo Jondo de La Moneta en directo, más otras tantas en el DVD (a la venta desde el mes pasado), y estoy convencido de que cada día es un espectáculo diferente. Y no sólo la obra en sí, que se enriquece con el tiempo, o con los actuantes, que esta vez han sido distintos, sino sobre todo por su protagonista, por la misma Fuensanta que se reinventa a cada paso y se deja llevar por las sensaciones del momento sin perder la esencia.

Así, con nuevos músicos, Extremo Jondo llega a Marbella para conquistar un teatro que por desgracia estaba medio lleno. La estructura es la misma de siempre, dos bloques de cantes, en un total de nueve, separados con un poquito por levante, para que la bailaora cambie su vestido. Ella le baila al cante directamente y a las sensaciones de la música y el compás.

Es natural que esas impresiones muden, pues cambia el momento y, como en este caso, cambia el cantaor, en lugar de Miguel Lavi será David ‘El Galli’, y el guitarrista, en vez de Miguel Iglesias arropará Luis Mariano. A la percusión sigue el mismo Miguel ‘El Cheyenne’.

La primera parte comienza con una toná que en seguida pasa a ser caña, después abandolaos (un nuevo añadido a este espectáculo), alegrías y se remata con una minera tan sólo de guitarra y baile. Claramente observamos la complicidad de este nuevo grupo, no obstante han coincidido en otras ocasiones. El Galli, tiene un día espectacular y canta como nunca, rebusca en su interior hasta encontrar ese quejío que hace estremecer y que a los aficionados tanto nos gusta. Luis Mariano, con su sonido impecable, se deja llevar por la magia del momento, imponiendo su sonido sacromontano, lleno de frescura, dulce y rabioso a la vez. Miguel ‘El Cheyenne’ sigue con su tónica de respeto y ritmo extremo, que dimensiona la sombra ya alargada de La Moneta. Entre los cuatro convocan al duende, ese tan caprichoso, que no siempre aparece, llenando la noche de pellizco y solera.

La bailaora se siente a gusto e inspirada, le concede un amplio margen a la improvisación y a las nuevas tonalidades. Los abandolaos, que terminan con fandangos del Albaicín, como ya he dicho, en una nueva apuesta, y las alegrías las rehace sobre la marcha. El bello toque minero de Luis, lo baila en la penumbra, dándole un encomiable protagonismo a la guitarra.

En el tácito intermedio, cuando la artista desaparece, el cantaor a pie de escenario entona una taranta de muchos quilates que culmina con los fandangos Contando los eslabones, que Morente grabó en su trabajo Se hace camino al andar de 1975. David lo adapta a su estilo y sus melismas, creando un producto tan bello como reconocible.

La segunda parte, más festera que su precedente, comienza por bulerías que encierran livianas y serranas en su mitad, donde el cantaor interactúa con una Fuensanta que se muestra desafiante y creativa, encendida y picarona. El micrófono de su pie se suelta en ese instante viéndose obligada a desaparecer por unos minutos. A pesar de la megafonía aludida, es imposible luchar contra un piso desagradecido que se muestra sordo y duro y que exige de la bailaora un doble esfuerzo (como comentaba ya relajada a su final “el suelo me absorbe toda la energía”). Termina la función con tientos-tangos, que comienzan, por el problema descrito, con cante y guitarra. La Moneta se incorpora en los tangos con nuevas fuerzas, creciéndose ante las dificultades, cantando como el cisne a los postres. Todo el fondo de la bailaora se manifiesta a borbotones, ronea, seduce y muestra ese poso granadino que por supuesto atesora.

* Foto de Niguel Ángel Molina© (agosto 2011).

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