Pequeña historia de una decepción
No entré en la primera parte, pero me dijeron que no me perdí nada, que vino a cumplir, que hizo tan sólo tres cantes, soleá, fandangos y bulerías, que Juanito Villar ya no era el que era…
Entre las fechas que tenía apuntadas como inexcusables para subir a la peña de La Platería estaba la del 23 de junio, cuando iba a ver por primera vez en directo a un cantaor mítico y a su carismático guitarrista. Sus años pasados en el cuadro de Manuela Carrasco y su paso alante lleno de fuerza y compás lo elevaban al olimpo de los grandes. Pero –no es la primera vez que pasa, también ocurrió con la Macanita- cuando un cantaor del supuesto triángulo del cante acude a ‘provincias’, se relaja como diciendo que en oriente no entendemos, que con un mínimo esfuerzo triunfan, que con su sólo nombre ya es bastante…
Y el resultado: un concierto cogido por los pelos, dando menos de lo justo, sin generosidad y con prisas.
La segunda parte –ya con un toque de atención- comenzó por seguiriyas, después alegrías, tangos y bulerías, antes de pasarle el testigo a su hijo, que también se fue por bulerías y que con su grito de cante cortado hizo que su padre brillara un poco más.
Una noche que decepcionó a excepción de la guitarra del Niño Jero que cumplió con su toque jerezano y el compás sin igual de un cantaor formado para el baile.
Va a tener razón Gamboa cuando afirmaba que hay cantaores que saben lo que cantan y cantaores que cantan lo que saben.
* Foto de Paco Sánchez©.
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