El sentido de Dani de Morón
Cambio de sentido
La prueba más fehaciente de la altura de un músico, de un artista en general, es que sea admirado por sus iguales. Ayer, primer día de abril, el teatro Alhambra estaba lleno de guitarristas y guitarreros, de flamencos y aficionados, porque la presentación de un tocaor de altura funciona como un imán.
Ya conocíamos el virtuosismo de Dani, sus devaneos jazzísticos; ya nos familiarizamos con sus vueltas de tuerca y con su toque extraflamenco. Pero ha querido él y el destino que aterrice. Su primer disco en solitario, Cambio de sentido, que presentó el lunes, es un trabajo flamenquísimo, exclusivamente musical.
Quizá el contacto con Paco de Lucía, en su gira de Cositas buenas, como segunda guitarra, le sirviera para desnudar su argumento, para quedarse en la esencia de las seis cuerdas y en su prolongación en el espacio.
Después de escuchar el disco, después de atender al concierto, sacamos la conclusión de que su trabajo es asequible para el gran público, pero sobre todo es una labor para iniciados. La riqueza de sus piezas, el aprovechamiento de los recursos, el fraseo estilístico… es algo que está pero puede pasar desapercibido; y, por otra parte, la sencillez con la que todo se muestra, alejado de efectismo, es digna de encomio.
Inmigración es un tema libre, dividido en dos partes, que aborda en solitario y se acerca en un principio a los aires de Cádiz para terminar en la fiesta. Para Momento de calma requiere el pandero de Quique Terrón y el bajo de José M. Posadas ‘Popo’. Un bajo eléctrico de seis cuerdas que le aporta una dimensión armónica interesante.
La soleá Siete revueltas es definitiva. Contemplamos a un Dani auténtico e inmerso en la raíz. Como su nombre indica, la amasa a voluntad, la malea y distorsiona para volverla a componer, sonando sin duda al tradicional toque de Morón. Sus silencios, imprescindibles en el flamenco, están llenos de duende.
Sus palmeros, Los Mellis, que en las bulerías (Barrio C) meten la voz, son tan exactos como respetuosos. Estas bulerías son borrascosas y son calmas, como el tiempo en esta primavera cambiante; son tradicionales y son vanguardistas, con sus concesiones al jazz, ejemplarizadas en sus repeticiones de base.
Todas las rondeñas tienen una deuda tácita con Ramón Montoya y …Sólo hay una / Un motivo no es menos, aunque se aleja brindándonos un sonido que posiblemente ya tiene firma de autor. Rúbrica que ya reconocemos sin duda en la seguiriya clásica Morón D.F. interpretada en solitario.
El final, con todos los componentes, apunta festero. Primero unos tangos (Yé), quizá más extensos de la cuenta y, para terminar, las tremendas bulerías que le dan nombre al trabajo discográfico.
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volandovengo -
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