Apuntes sobre mi nombre
San Jorge no existió, aunque sabemos que, de haberlo hecho, nacería en Capadocia en el año 303. Por otra parte, es un santo bastante aclamado, por el caballo, por la lanza y el escudo, por el dragón o por la princesa. Cada cual escoja su fetiche. El dragón simboliza el mal y la joven, la virtud cautiva; tanto que las armas son voluntades y el caballero en sí, el convencido converso que se revela al paganismo.
La Iglesia, en un expurgo que hizo en su momento, quiso despedir a este personaje del santoral por pagano y hagiográfico, pero se topó con la enseña de mil naciones y entidades que anidaban bajo su ala. Así, san Jorge, es patrón de Inglaterra y de Dinamarca; de Aragón y de Cataluña; de la marinería y del cuerpo de a caballo; del movimiento Scout y del libro, por hacer coincidir este día, como sabemos, con la muerte de Cervantes, de Shakespeare y del inca Gracilaso de la Vega. ¡Nunca una muerte hizo correr tanta tonta tinta! (perdón, me he dejado llevar por la cacofonía).
Los niños de mi generación leíamos una serie de libros conocidos como Los Cinco, de la escritora inglesa Enid Blyton, en donde una de sus protagonistas se llamaba Jorge. Era una chica, en realidad Jorgina, pero prefería su nombre en masculino. Y hacía bien porque jorguina (con ‘u’ intercalada) es el femenino de jorguín que, según el Diccionario de la Real Academia, es la persona que hace hechicerías. Jorguín proviene de sorgin, que en vasco significa bruja.
En Tratado de las supersticiones y hechicerías, fray Martín de Castañega troca la ‘n’ por una ‘ñ’ (quizá por inclinaciones galaico-portuguesas populares en la época), haciendo equiparar claramente este término con otras féminas* de su condición. El misógino eclesiástico escribe: “Las mujeres, como no tienen excusa por alguna arte o ciencia, nunca las llaman nigrománticas (…) salvo magas, brujas, hechiceras, jorguiñas o adevinas”.
Corominas, en su Diccionario etimológico, no recoge la palabra como tal, pero habla de jorfe como un ‘muro de piedra seca’, del que hace derivar jorguín y jorguinería, remitiéndonos a su vez a la palabra hollín.
* Francisco J. Flores Arroyuelo comenta en El diablo en España una curiosa derivación de fémina que, según A. Institoris y S. Sprenger (Malleus maleficarum), la hacen proceder de fe y minus, “dado que ella es siempre más débil para sostener y conservar la fe”.
** En la imagen: La bruja, grabado de Hans Thoma (1870).
5 comentarios
volandovengo -
Carmen K. -
Y de ti lo haría. ¿Qué trabajo cuesta pulsar una tecla?
B -
volandovengo -
Son interesantes tus anotaciones (lo que me pierdo por no saber idiomas).
También existió Arturo de Bretaña (King Arthur) pero ni fue rey ni tiene nada que ver con la historia que le han montado.
Carmen K. -
Alguna anotación: parece ser que el tipo sí existió. Lo añadido es literatura. Literatura occidental. Ahí empezó el mito de los cuentos de hadas...
En cuanto a Jorguina, en la serie original, en inglés, es Goerginne. Son Goerginne, Anne, Julian, Dick y Tim. Pero en España existe ese mal hábito de ¡traducirlo todo y adaptarla al castellano!
Salud, compañero.