Con Saura llegó la luz
Festival de Música y Danza de Granada
Flamenco hoy de Carlos Saura
Tratándose de Carlos Saura, asistimos a un largometraje. Más de dos horas de función, con su intermedio en el ecuador y unos asientos que se iban trocando en piedra a medida que pasaban los minutos, merman cualquier atisbo de buena voluntad.
Destacamos el juego de luces (Paco Belda y Joaquín Osuna); el aprovechamiento del espacio (Laura Martínez) que, con cuatro grandes bastidores y cuatro espejos, dinamizan la escena con decenas de ambientes; y el vestuario (Antonio Alvarado), más de las chicas que de los chicos, que agrada el conjunto y da versatilidad a ese diseño lumínico. Destacamos sobre todo el armazón musical creado por Chano Domínguez y Antonio Rey, guitarrista sin fisuras del espectáculo, ganador del Premio Nacional de Guitarra en sus tres categorías; la genérica plasticidad coreográfica de Rafael Estévez y Valeriano Paños, dos de los bailaores actuales que más tienen que decir; y la propuesta escénica y primera obra en vivo dirigida por el cineasta español.
Sin argumento reconocible y un afán por mostrarlo ‘todo’ y homenajear al flamenco a través de sus grandes figuras y momentos, se nos presenta una obra sin duda bella pero sobrecargada de intención. Nada menos que diecisiete momentos (a veces subdivididos en varias escenas) constelan la función.
Citando no más a los bailarines de buen nivel: Ana Morales y Rosana Romero, como solistas (además de los coreógrafos aludidos), y como elenco: Carmen Manzanera, Sara Jiménez, Macarena López, Andoitz Ruibal, Oscar Manhenzane, Daniel Morillo, Jesús Perona; a los músicos de altura Javier Galiana (piano), Ernesto Aurignac (saxofón/flauta), Martín Meléndez (bajo/chelo), José Córdoba (percusión); y a los meridianos cantaores: Sandra Carrasco, Blas Córdoba, Israel Fernández; se nos iría un artículo que pretende no ser demasiado ancho.
Así, no desgranaré todo el programa, sino, permitidme, que dé sólo unas pinceladas. Después de una breve presentación, Sandra Carrasco interpreta unas nanas, Hágase la luz, con una voz tan hermosa y sentida que puede le traicionara en otras entregas (Piensa en mí).
Al mejor Paños lo veremos en la farruca, como al mejor Estévez lo veremos en la zambra caracolera casi a los postres.
La propuesta por sevillanas y su comparación entre las bíblicas de Alosno, con su lentitud acentuada, y las corraleras de Lebrija, con su comicidad vertiginosa. Quizá, la parsimonia de las primeras, hizo alargar innecesariamente una escena que llegará a apuntarse un poco más tarde.
La Danza de los ojos verdes y el Fandango de Bocherini, donde se da paso a la escuela bolera y al clásico español, quizá fueran las piezas más cansinas, aparte del piano de Galiana y las humoradas de Rafael.
La guajira de Ana Morales fue una gozada de sensibilidad y estilo.
En la segunda parte, más deslavazada, tiene lugar hasta el pasodoble. Las bulerías divididas en cuatro (tierra, aire, fuego y agua) también son dignas de mención. La luz, el estilo y la sal de los actuantes (Estévez, Morales, Paños, Romero) ofrecen parte de los mejores minutos.
Aplaudo, como los dos días pasados, la entrega por seguiriyas y la novedosa y eficaz soleá blues masticada gozosamente por el piano, saxo, bajo eléctrico y escobillas de jazz.
Termina el espectáculo por cantiñas. Unas alegrías que vindican más que nunca su hermandad con el pueblo zaragozano, visiblemente en sus letras, y que terminan, para mayor abundamiento, en una jota aragonesa, o sea, en una jota gaditana.
* Uno de los carteles anunciadores de Flamenco hoy de Carlos Saura.
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volandovengo -
Folkclorista de Cadiz -