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volandovengo

Dorantes iluminado

Dorantes iluminado

Festival de Música y Danza de Granada

Sin muros! 

David Peña ‘Dorantes’ es sobre todo un músico. Su nacimiento y experiencia lo forman como flamenco, pero su apertura de miras lo acunan más allá.

Ayer, en el Palacio de Carlos V, quiso presentar Sin muros!, según dicen, su trabajo más personal. Sin muros! es el delta coherente donde desemboca el río que nos lleva desde que en 1996 grabara Orobroy. Es la culminación de una etapa o el comienzo de otra que rezuma precisamente libertad, ausencia de corsé y de paredes.

El pianista sevillano se rodea de una serie de grandes músicos restándose él mismo un protagonismo tentador y creando así el gran combo necesario para ofrecer su propuesta orbital.

Su incursión en el jazz no es tan profunda como la que concede al clásico contemporáneo en los primeros temas en donde expone su oferta. En la guajira Atardecer el contrabajo de Javier Moreno desentona (se recuperará, aunque no determinante, en los temas sucesivos). La percusión de Javi Rubial se hace tan necesaria como memorable un poco más adelante.

Otro par de temas, Ante el espejo y Errante, para declarar, corto de palabras, no de sentimiento, que dedica el concierto a Enrique Morente y que nos tiene preparada la sorpresa de contar entre sus filas con Marina Heredia, que hará una fabulosa presentación por granaína y media.

Arcángel toma el relevo de la granadina, interpretando Aliento, una seguiriya rica en melodía y con un obstinato a compás digno de elogio.
A partir de aquí, con el sexteto en pleno, se alternarán Marina, con las alegrías Caracola y el onubense con un romance. Un aplauso aparte merecen los músicos, Ricardo Moreno a la guitarra acústica, Faikal Kourrich al violín y sobre todo Marcelo Mercadante al bandoneón, dimensionando toda la obra con sonidos porteños y orientales.

Las bulerías 4 Leguas de amor nos precipitan a un final claramente reconocido con el respetable por derecho aplaudiendo de pie.

Como bis casi obligado, Dorantes interpretó su Orobroy, preñándolo en su mitad con una gavilla de fandangos dichos en alternancia por los dos cantaores. Una delicia.

* Un momento del espectáculo (foto expoliada de la edición digital de Ideal firmada por González Molero).

2 comentarios

volandovengo -

Gracias, Mercedes. Tu comentario enriquece mi artículo.

Mercedes -

Estuve allí, lo ví, lo presencié y lo sentí. Inexperta en lo que a flamenco se refiere, pero acostumbrada al sonido del piano, a sus acordes, al deslizar de dedos, a sacar belleza de donde la hay, me sorprendió Dorantes y sus acompañantes, con un violín afinado, un bandoleón que brilló, una percusión muy bien medida, esa guitarra que no pudo lucirse en su extensión y el contrabajo austero y en su sitio. Todo matiz para dar mayor amplitud al "gran sonido", al centro que acogía todas las tonalidades, introduciéndolas con magia y maestría. Jorge, pones nombre a todas las sensaciones vividas, es fácil imaginarse el Palacio y al "iluminado Dorantes" en tus palabras, sin necesidad de presenciarlo. Magnífica tu crítica y tu recreación y como siempre un lugar éste, donde aprender y beber.