Tere Bustos
Murió hace dos años pero empezó a desaparecer nueve años antes, cuando el alzheimer iba mordiéndole sin compasión los sentidos y el pasado.
La recuerdo a diario. ¡Hay tantas cosas que me acercan a ella! El simple hecho de mirarme en el espejo es determinante. Los genes son los genes. Sobre todo mi boca. Pero lo más que me acerca a ella está en mi interior.
En los primeros tiempos, desde que se le olvidaron las gafas hasta que se le olvidó su nombre, o, hacia el final, cuando íbamos a verla a la residencia, que perdió el habla y los andares, pensaba que todo era un sueño, una suerte de broma macabra que estaba durando ya mucho tiempo y que de un momento a otro se levantaría y mi madre volvería a retomar todo lo que dejó pendiente.
No llegó sin embargo, y la ausencia en vida, como si un eterno sonambulismo se hubiera apoderado de ella, iba arrancándole lo poco que le quedaba.
Así fue muriendo. Empezó olvidándose de dónde vivía y terminó olvidándose de respirar. Fue una muerte tranquila, sin embargo, ausente de dolor, como si fuera un sueño placentero.
Todos los días la echo en falta.
10 comentarios
volandovengo -
maría angustias -
Inma -
volandovengo -
B -
volandovengo -
Elena -
Un beso mi querido amigo.
Juan Carlos -
regina -
juan -