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Santa Wilgeforte

Santa Wilgeforte

Hace un tiempo, el 21 de febrero de 2013, traté sobre El bozo femenino. En dicho artículo ponía de prototipo de mujer bella con ligera sombra capilar sobre el labio superior a Frida Kahlo, esa visceral artista mexicana que arrostró una vida tan tumultuosa. También mencionaba los gustos decimonónicos con que Flaubert tildaba a las heroínas de sus obras. Terminaba con algunos deslices andalusíes, reflejados en poemas y memorias.

No aludí, en ese post (aunque sí en otros), a la tendencia al vello en el cuerpo de la mismísima reina de Saba, que Salomón dulcemente advirtió en sus reales piernas mientras atravesaba un salón de suelo espejado.

Es nuestra cultura la que nos impone al hombre peludo (ya no tanto) y a la mujer lampiña. Es nuestro canon de belleza quien nos hace rechazar el bozo femenino o el vello axilar.

La tradición medieval, adora en Beauvais, la efigie de santa Librada o santa Wilgeforte a quien, en palabras de Mujica Láinez, el Cielo le concedió el prodigio de que le creciera una barba patriarcal para rehuir las acechanzas de un fogoso pretendiente.

Algunos especialistas dicen que lo que padecía Wilgeforte era anorexia nerviosa. Wilgeforte se privó del alimento en un intento de renunciar a su feminidad haciendo fracasar los planes matrimoniales de su padre que quiso casarla contra su voluntad. A raíz de su renuncia, no sólo le salió barba y bigote, sino vello por todo el cuerpo, haciendo que su pretendiente rompiera el compromiso pactado. En represalia, su progenitor la hizo crucificar.

Santa Librada o santa Wilgeforte es patrona de las mujeres mal casadas.

* Mural de Santa Wilgefortis en Weissenburg, Baviera, fines del siglo XIV.

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