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El son naciente

El son naciente

Semana de Japón en Granada. El duende flamenco en Japón 

Como a muchos niños ‘ajenos a ese mundo’, a mi hijo no le gusta el flamenco, pero de cuando en vez me lo tengo que llevar a algún espectáculo a falta de dable alternativa. El viernes pasado fuimos, dentro de la Semana de Japón en Granada, a una muestra de baile.

No obstante, por ejemplo, Tokio es la ciudad del mundo donde más bailaoras hay por metro cuadrado. Sólo en esa capital hay quinientas academias de baile. Por no hablar de la guitarra. La afición en ese país es inmensa y respetuosa.

Tres bailaoras japonesas, Ayasa Kaziyama, Saori Kouchi y Tsuneko Irimajiri, mostraron su arte y maestría en el teatro Isidoro Márquez de CajaGranada.

Juan, tengo que reconocerlo, estuvo gran parte del espectáculo jugando con la Nintendo, aunque sin sonido y solapado, hasta que dije que atendiera a la representación. Con menos interés del deseado, estuvo mirando al escenario y escuchando mis oles esporádicos. De pronto, una de las japonesas apareció con vestido tradicional, interpretando una danza con un par de catanas mientras los cantaores ‘el Galli’ de Morón y Rudi de la Vega entonaban tonás. Y es que Saori encuentra un nexo de unión entre el flamenco y la filosofía bushido. No es la primera vez que la vemos con esas propuestas. ¿Un flamenco y un samurai? Es posible.

A mi hijo le gusto. Le gustó más que una exhibición de artes marciales que habíamos visto días antes en el mismo ciclo. Le impresionaron las dos espadas filosas y, aunque fueran de atrezzo, parecían reales.

Yo me quedé con la gracia de Tsuneko bailando por alegrías y su dominio de la bata de cola; con las intenciones de Ayasa en la soleá y el vuelo de sus manos; con la profundidad de Saori; con la canción que entonaron las tres precediendo la guajira que sirvió de presentación; su roneo por tangos a los postres; y, lamentablemente, pese a su buena voluntad, con la discordancia entre las guitarras, que obligaban que los demás, cante y baile, se adaptaran a ellas y no al revés como mandan los cánones, con su natural desconcierto.

Japón manifiesta un amor al flamenco y un interés extremo. Su nómina de artistas es grande y, sin miedo a la distancia, habría que tomarlos en cuenta (por la cuenta que nos trae).

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