El efecto Sara Baras
Festival de Música y Danza de Granada
Suite flamenca
No puedo ser el único que lleve la contraria a los cerca de mil seiscientos sesenta y tres espectadores que caben en el teatro del Generalife y que dedicaron, al final de la Suite flamenca del Ballet de Sara Baras, el sábado pasado, casi tantos minutos de aplausos como duró la bulería postrera. No puedo ser el único que advirtiera una fachada vacía, con blanco de España, y gran aparato de fuegos de artificio.
En general, la obra de la bailaora gaditana es atractiva, muy atractiva. Destacan en ella una estética hermosa de equilibrio y color; destaca una conseguida idea espacial, que en ningún momento, siendo un escenario tan grande, se aprecia desangelado; destacan, como creaciones personales de Sara, un interesante juego de luces y un vestuario exclusivo, basado en tonos pastel con vestidos sueltos de mucho vuelo; destaca un sentido del ritmo acentuado donde la obra no decae en ningún momento de la hora y media que dura el espectáculo.
Por encima de todo, sin embargo, se alza el armazón musical creado por el joven guitarrista, también de Cádiz, Keko Baldomero; una apuesta tan creativa como compleja; aunque siga los cánones básicos de la tradición de estilos. El cuerpo de baile, eficaz y disciplinado, en más de una ocasión se vio encasillado en coreografías simples.
Como artista invitado al baile (el programa advierte que es el ‘coreógrafo de sus intervenciones’, no sé si para alabarlo o para eximir a Sara de responsabilidades), el cordobés José Serrano expone un juego de pies vertiginoso, que concuerda con la misma técnica que la protagonista expone.
Sara Baras es una flor de escaparate; sus tacones tremendamente ágiles, llenos de matices, hablan por ella y su hermosa figura es su seña de identidad. Goza de una técnica trabajada, con un agradable braceo, un seductor movimiento de hombros, un arqueo envidiable, una sonrisa seductora. Pero la necesidad de aplauso, el abuso de los pies y las repeticiones constantes no pasan desapercibidas.
Después del cambio, ‘por motivos laborales’, según la oficialidad, del Ballet Nacional de España, que iba a venir en un principio (incluso, las entradas, todavía anunciaban a esta compañía), por el Ballet Flamenco de Sara Baras, agrupaciones de más o menos igual altura, para presentar la Suite Flamenca, que se estrenó recientemente el 21 de junio en la séptima Noche Blanca de Córdoba, supuso una sorpresa, agradable en general. La mediática compañía gaditana nunca defrauda, aunque sea por la foto y el testimonio.
La original presentación, una pincelada fresca, y un martinete con bastón, en los que diez bailaores y bailaoras, que componen el cuerpo de baile, que son Daniel Saltares, David Martín, Raúl Fernández, Alejandro Rodríguez, Manuel Ramírez, María Jesús García Oviedo, María del Rosario Pedraja, Carmen Camacho, Cristina Aldón, Tamara Macías (sigo el orden del programa de mano), interactúan con sendas sillas, con cinco músicos atrás: dos cantaores, Emilio Florido y Rubio de Pruna, dos guitarristas, Keko Baldomero y Andrés Martínez, y un acertado percusionista, Antonio Suárez Salazar, prometían más de lo que fue.
A este saludo le siguió un curioso y desacostumbrado paso a dos por tangos, donde Sara y José Serrano derrocharon fuerza y diálogo de puro tacón. Llevan varios años trabajando juntos y la complicidad es evidente y acertados sus contactos.
Después los temas se fueron imbricando de forma natural entre el cuerpo de baile y estos dos números uno.
Por Huelva, de verde y violeta, con mantón, bailaron las chicas, para dar paso a una dramática capitana por seguiriyas, en la que, en su largo minutaje, trascendió la teatralidad excesiva, el silencio enigmático y la búsqueda continua del aplauso.
Regresan los bailarines por guajiras y, Serrano, cambia el programa, de farruca, que anuncian los papeles, a jaleos extremeños, quizá más elementales y populosos, donde el brío del cordobés deja su impronta.
Unos tientos anunciados tampoco tienen lugar, y son las alegrías de Sara Baras las que rematan la noche; una pieza de identidad y sabrosura, que asombraría si, después de la segunda escobilla, cambiara de registro. Pero, salvo aportaciones puntuales, se repitió de principio a fin. Sara se mira a sí misma y remeda sus pasos, sus vueltas, que elevan hacia el infinito esa generosidad de vestido blanco, creando la bella imagen de tantos quilates que buscamos.
Las cantiñas se terminan por bulerías, en las que, todos los miembros de la compañía, por orden aleatorio, culminando por Serrano y Baras, se dan una pataílla agradecida.
No, no puedo ser el único que lleve la contraria a tantos cientos de espectadores que ocuparon las localidades del Generalife.
* Sara y José Serrano en Noche Blanca de Córdoba (deflamenco.com©)
4 comentarios
volandovengo -
volandovengo -
Rossy -
Carmen K. Salmerón -
Pero bien sabemos que mantenerse en el sobresaliente, más allá de ser una tarea desgastadora, no es propia de humanos. Al igual que los bioritmos, la creatividad tiene también sus altibajos.
Ah, Sara Baras fue la presentadora de nuestro "Algo más que flamenco". E insisto: gran trabajadora, gran compañera.