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volandovengo

El necesario olvido

El necesario olvido

Borges, en Otras inquisiciones, afirma que “sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido”. Por mi parte, estoy para que me metan en el cajón de los objetos perdidos.

El olvido es una táctica —involuntaria tal vez— de supervivencia. Estudiaba yo, en mis primeros cursos de filosofía, que existen tres clases de olvido: por interferencia, por desuso y por voluntad.

La cabeza es un rimero de recuerdos. Los datos se acumulan. Unas vivencias van enterrando a otras si no las refrescamos. La nueva luz oculta la luz anterior. (A veces aparecen sin pensar.)

Pero cuando deseamos olvidar… ¡Qué infierno se vuelve cuando un mal sueño regresa continuamente como el oleaje espumado en la orilla caliente!

El recuerdo puede dormir en nuestro interior, por voluntad, como decimos, o por negación. Cerramos los ojos a nuestro pasado, a nuestro dolor, a veces en contra nuestra. El psicoanálisis lo rescata e intenta que nos enfrentemos a él. Somos víctimas de nuestro pasado.

Cuando el olvido es involuntario, se convierte en una limitación. Hay gente propensa a olvidar —la memoria de pez, comúnmente llamada—, como hay quien memoriza todo. Ireneo —nos recuerda Borges, en Ficciones empezó por enumerar, en latín y español, los casos de memoria prodigiosa registrados por la Naturalis historia: Ciro, rey de los persas, que sabía llamar por su nombre a todos los soldados de sus ejércitos; Mitrídates Eupator, que administraba la justicia en los 22 idiomas de su imperio; Simónides, inventor de la mnemotecnia; Metrodoro, que profesaba el arte de repetir con fidelidad lo escuchado una sola vez.

Truman Capote, nos confiesa (A sangre fría, 1966), era capaz de recordar hasta un 94 por ciento de lo que había escuchado o había leído.

Luis Cernuda, en cambio, decía que sólo recordaba olvidos. Afirmación que podría hacer yo mismo. Y, cuando se recuerda —o se olvida— con cierto cariño, damos paso a la nostalgia, que para Luis Alberto de Cuenca no es otra cosa que “el dolor muy maquillado”; y, para Tolstoy, “es el deseo de los deseos”.

De nuevo nos refiere Borges (Otras inquisiciones), que Swift había dicho a Young (el de los Night Thoughts), en 1717: “Soy como ese árbol; empezaré a morir por la copa”.

6 comentarios

volandovengo -

Olvido, quizá todo sea cuestión de supervivencia.

Olvido -

Recordar es justo y necesario. Olvidar también.

volandovengo -

Es lo que más claro tengo, Mercedes, los recuerdos que se me han olvidado.

Mercedes -

Habrá que ir recordando olvidos.

volandovengo -

Muchas gracias, María Angustias. A ver si poco a poco, con vuestra ayuda, le vuelvo a dar vidilla a este blog.

maría angustias -

Me gusta, mucho. Feliz domingo, amigo Jorge.