El euro perdido
No hace mucho, salía mi niño de clase, cuando lo esperaba en la puerta del colegio con otros padres y madres que tenemos esta tarea tan asumida como el almuerzo diario. La sonrisa del rostro se me borró al ver la cara larga de Juan, manifiestamente preocupado. Un enfado que automáticamente me trasmitió y pensé si le habría pasado algo desagradable, una pelea, una regañina, un suspenso. Lo interrogué de inmediato y dijo que había perdido un euro. Mis músculos se relajaron hasta el extremo, diciéndole que no pasaba nada, que un euro no era gran cosa, que se lo daría yo al llegar a casa…
No era eso, insistió. El euro que había perdido era su moneda. La llevaba en el bolsillo al salir al recreo y después ya no la tenía. Había revolucionado a toda su clase sin resultado. Que había visitado otros cursos, a ver si los demás niños… Yo pensaba que, en caso de que alguien se lo hubiera encontrado, era difícil que lo devolviera. Pregunté si había mirado bien los bolsillos y registrado su cartera minuciosamente. Con enfado creciente, mientras nos dirigíamos a la parada del LAC, me afirmó que no estaba en ningún sitio.
Aproveché el cansancio, que lo hizo dormitar en el autobús, para introducirle subrepticiamente un euro en la cartera y, al llegar a casa, después de comer, le volví a aconsejar que mirara detenidamente entre sus libros.
Bastante escéptico y con pocas ganas fue descomponiendo el macuto, sus libretas y lápices, la botella de agua y un sinfín de papeles sueltos, para gritar de pronto: “Aquí está, es el mío, lo reconozco porque tiene un agujero”.
En ese momento, me entró la risa floja. Es decir, allí estaba su moneda y más al fondo estaría la mía. No tuve más remedio que decirle que terminara de organizar la mochila.
Cuando encontró el otro euro lo celebramos y me dijo que sospechaba por mi insistencia que le había metido una moneda.
Él se quedó con los dos euros y yo con esta graciosa anécdota.
2 comentarios
volandovengo -
Antxón -