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Dos guitarras, doce cuerdas

Dos guitarras, doce cuerdas

Flamenco Viene del Sur. Diego de Morón y Pepe Habichuela

Entrevisté a Pepe Habichuela para la radio, el jueves pasado, y me aclaró que lo que íbamos a presenciar eran dos recitales de guitarra y no un espectáculo conjunto, que cada uno iría por su lado y no tendrían ninguna colaboración o un fin de fiestas que fusionara a los dos guitarristas, tan identetarios cada uno de su tierra.

Ayer, lunes, dio comienzo el ciclo Flamenco Viene del Sur, en el Teatro Alhambra, como siempre, con este concierto a que me refiero. Para copar el tiempo con sólo guitarra, apenas ilustrada puntualmente con algo de compás, resultó tan ameno y brillante, que hasta se hizo corto.

La primera parte la presidió Diego de Morón. Comenzó y terminó por bulerías, con el apoyo de las palmas del bailaor Pepe Torres. También hizo soleá, alegrías, rondeña y seguiriyas.

Por su lado, Pepe hilvanó soleares, tarantas, tientos-tangos, seguiriyas y alegrías, estas dos últimas piezas con Juan Carmona a la percusión.

Fueron dos grandes muestras, que pueden avalar cualquiera de los guitarristas que estaban presentes en el teatro.

Cada uno a su estilo: el de Morón, con un soniquete argénteo, se aferró al clasicismo; Pepe, con su reconocido rasgueo, busca un nuevo lenguaje, sin olvidar la tradición. Sin embargo, en las alegrías, el de Granada, fue menos contemporáneo. Los dos bien jondos. Pepe, bastante conocido y esperado. Diego sorprendente por lo ignorado, aunque la herencia de su tío, Diego del Gastor, estaba presente.

Ambos sin cejilla, aprovechando las bondades del mástil en su extensión. Ambos afinando de oído, como antes, al principio de cada pieza.

Diego desnudo. Habichuela a veces con excesivo reverb. El de Morón, con improvisadas aristas. Nuestro paisano redondo en su entrega.

Contemporáneos los dos, de 67 y 70 años, respectivamente, representan una generación imprescindible en el toque flamenco, que, si bien se hallaba encubierta por la figura de Paco de Lucía, hay que tener en cuenta en la historia grande del flamenco.

Por lo demás, una noche cargada de duende y de sentimiento en la que Diego nos recordó a algunos cantaores occidentales, no sólo de Morón, sino también de Jerez o Utrera, que hubiera acompañado, en su tiempo, Diego del Gastor; y Pepe, inevitablemente, invocó entre sus cuerdas al inolvidable Enrique Morente, del que fue compañero, de grabaciones y escenario, desde los años setenta.

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