Saludos
Tatiana Garrido, la hija de Mariquilla, no me saluda porque no sabe quien soy o porque sabe perfectamente quien soy. El padre de Raquel me da la mano como si estrujara un limón. Hasta su último jugo. Andrés Tarifa parece que tiene el baile de sambito cuando te estrecha entre sus cinco y son varios minutos los que te zarandea el brazo mientras muestra una sonrisa verdadera. Un representante de muebles valenciano, creo, te lanza la mano doblada para que, en un ejercicio circense, se la agarres (la mano) y se la aprietes (otra vez la mano) cómplice. Hay quien te ofrece su diestra flácida como un plumero de trapo y quien atrapa tu mano entre las dos suyas. Hay quien tiende la mano y después te da un abrazo, generalmente acompañado de golpes en la espalda o fricciones de colega, los cuales te ves obligado a imitar. Hay quien prefiere los besos directamente, aunque, si no estás iniciado, no sabes cómo encajarlos, en sentido de que le echas la mano, después pones la cara cuando él acepta chocar su mano, después vuelves a sacar la mano cuando él ya te ha encajado dos besos. Entre chicas o chico y chica esto es más fácil al estar el beso establecido tras generaciones. Woody Allen decía que a él sólo le habían besado los rusos. Él se lo pierde. Deberíamos establecer los besos para todos.
Los franceses se besan tres veces y los rusos cuatro. Los esquimales se besan con la nariz y las mariposas con las pestañas, según mis sobrinos.
A Marcos Flores, un bailaor sevillano que conocí en Madrid de la mano de nuestro gran Manuel Liñán, le lancé la mano del compromiso, la mano tímida de la primera vez. Sin cortarse, con la sonrisa perfecta y su pañuelo al cuello, ignoró mi gesto y, después de poner sus labios en mi cara y poner su cara para recibir mi beso, dijo: "Yo sólo doy besos".
Encuentro a amigos y conocidos que me cogen el pulgar y yo el suyo como miembros de una secta o amigos aventajados. Según las películas, los romanos se cogían el antebrazo e inventaron el movimiento del futbolín. Algunas tribus africanas (asantis, zulues, matabeles, no recuerdo) chocan la mano izquierda porque está más cerca del corazón. En Marruecos, quien te saluda, después de rozar tu palma, acercan la suya al pecho, como diciendo que te saludan de verdad, de corazón.
A veces saludas a alguien sin saber muy bien quién es. Puede pasar que al rato caigas: a) en que es un amigo de tu infancia; b) en que es un amigo de tu hermano o de otro amigo; c) que realmente no lo conozcas de nada y lo hayas saludado porque te suena o no dejaba de mirarte, y él te ha saludado a su vez por pura cortesía y se va diciendo, en el mejor de los casos: "quién era ese" o "me ha confundido" o, lo más preocupante, "será gilipollas, que no me conoce de nada".
Nuestro antiguo alcalde Antonio Jara me saludaba porque no sabía muy bien quien era. Habíamos coincidido en muchos foros y tan distintos que no me retiraba el saludo porque no sabía el peso político o social que podía tener. Mi querido enemigo Gustavo me veía y, a los tres o cuatro metros de cruzarnos, levantaba la vista como diciendo "te he visto pero no te pienso saludar".
En circulos cerrados, generalmente bohemios, los amigos, las amigas, los artistas... se dan un delicioso piquito. García Márquez y Vargas Llosa se dieron unas trompadas en un escenario, según Jaime Bayley, que se dio repetidos morreos con Boris Izaguirre en Crónicas Marcianas...
Lo importante es el roce. Los seres humanos somos gremiales y nos gusta conocernos y reconocernos. Y, si en la prehistoria nos olisqueábamos los cuartos traseros, hoy necesitamos ese contacto físico de la mano, el espaldarazo o el beso, para decir símplemente "hola", "estoy aquí", "me alegro de verte", "somos iguales", "mua, mua".
2 comentarios
volandovengo -
Después de escribir, pensé en la inclinación de respeto sumisa de los japoneses, que, quién más baja la cabeza, es el más humilde, se supone.
También me asaltó el dicho de que "los osos se aman a tortas".
Hueso -