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Noche de flamenco y poesía

Noche de flamenco y poesía

A veces necesitamos que venga alguien de fuera para recordarnos qué bella es nuestra ciudad. El granadino suele pecar de patrioterismo fuera de nuestro paisaje, pero entre las calles de Granada llora y se queja de su suerte. Sin embargo, esa galanura que los foráneos aplauden es manifiesta. Quiero pensar, por otro lado, que la belleza está en el interior, que también nuestra ciudad es guapa por dentro. Así quedó demostrado la noche del martes en La Chumbera donde se inauguró el Tercer Festival Internacional de Poesía Ciudad de Granada con la lectura de poemas de la salvadoreña-nicaragüense Claribel Alegría y un ajustado concierto flamenco para la ocasión.

Granada se ha constituido en un referente de la poesía nacional. De esta forma lo reconoció Juan García Montero, apuntando como puntales imprescindibles, e increíblemente recientes, el Premio Federico García Lorca, el Premio Javier Egea y este encuentro poético. También es un peso pesado en cuanto al flamenco se refiere. Y, si hablamos de flamenco joven, su futuro inmediato romperá moldes.

Son dos sentimientos, son dos manifestaciones endógenas, telúricas, espermáticas, que cuando se juntan saltan chispas. Es una buena simbiosis, la mejor combinación: el flamenco y la poesía. Y Granada.

Claribel, poeta vitalista de 82 años bien llevados, nos desnudó el alma, para después, con los músicos, terminar de estremecernos. Juan Pinilla abre la sesión con “Una noche de verano”, un poema de Antonio Machado musicado por Calixto Sánchez en forma de milongas. Le acompaña la guitarra de Luis Mariano, que no abandonará la escena en todo el espectáculo, y el violín de Julio Muñoz. El sentimiento del cantaor llega con una calidez asombrosa. Se nota su estudio y su trabajo. A continuación, Antonio Campos y Manuel Heredia hacen su entrada por martinetes que se abren a los postres apuntando tonás. La pieza más redonda y trabajada de la noche llega en la tercera entrega. Es un solo de guitarra y violín en el que la farruca le hace un guiño a los tangos y desemboca en un homenaje a Cuba donde la sonanta hace la base mientras el violín perfila el son. Escuchar a Luis Mariano como acaricia la guitarra da un cierto pudor, si no es nuestro tocaor más sensible, seguro que es el más delicado, y su trato con la guitarra es poco menos que un acto amoroso.

El cuerpo del recital se apoya en la entrega de Antonio Campos y Manuel Heredia, dos cantaores imprescindibles atrás que, poco a poco, demuestran también sus virtudes para cantar alante. Mientras Campos canta “Romancillo del niño que todo lo quería ser” de Manuel Benítez Carrasco por bamberas, ese cante tan delicioso y tan poco escuchado, Heredia interpreta una soleá con la “Canción de la madre del Amargo” de García Lorca, para volver a Antonio que hará los tangos morentianos “Sacerdotes”, basados en un texto de Leonard Cohen, en su disco “Omega”, y cerrar de nuevo el círculo con Manuel que, por bulerías, abordará la “Baladilla de los tres puñales” de Rafael de León.

Juan Pinilla, a petición del público, hará unas alegrías muy del estilo de Chano Lobato y, para terminar, Jara Heredia nos bailará unos tarantos con concesiones al tango amable para ser bailado. Jara es completa, pies brazos y faz. Pero si hay que destacarle algo es su estilo elegante y su comedida planta.

1 comentario

Hueso -

Flamenco y poesía. Buena y explosiva mezcla. Jorge ¿cómo habrá caído mi artículo de hoy de Ideal sobre libros y popes de la cultura en ciertos círculos?