Palabras
A nadie hay que convencer de que vivimos la edad de oro de las comunicaciones. Quizá sea el principio, pero la información es el pan nuestro diario. A los periódicos, con doscientos de existencia, y los cientos de revistas que los acompañan; la radio, desde comienzos del siglo XX, y la televisión, un poco más adelante, hay que añadir ahora la autopista de la información, los ordenadores, las enciclopedias electrónicas, internet y los blog.
Nunca como ahora se ha escrito tanto, nunca hemos tenido tan al alcance de la mano cualquier noticia que se produzca en cualquier punto del globo. Nunca hemos sido tan alfabetos. Conocemos y entendemos de todo. La cultura es general y es popular. Somos aficionados de muchas cosas, algunas de ellas de dudoso valor, pero maestrillos de poco. Aunque los pensadores opinan lo contrario: encasillados en un sistema de especialización, cada vez sabemos más de menos, cada vez dominamos casi todo de casi nada.
Salvando esta marginalidad, razonable por otro lado, el hombre de a pie esta superinformado. Se puede decir que hay “ruido informativo” (que en el mundo de la comunicación quiere decir que hay un exceso de noticias). Sobran palabras. Se escribe demasiado, pero se habla más.
Hace tiempo asistí a una obra de teatro, donde la protagonista medía sus palabras con una cinta métrica. Al final de la obra habría hablado metros y metros de palabras. Pero las palabras se las lleva el viento, según dicen. Sin embargo, cuando se pronuncian estas palabras ocupan un espacio. Una letrilla flamenca habla que una mala lengua es más peligrosa que un verdugo, pues un verdugo mata a un hombre y una mala lengua a muchos.
En realidad, a donde quiero ir a parar es a la importancia que tiene la palabra en sí. El avance del habla ha jalonado la historia de la humanidad desde sus comienzos. Quizá la facultad de hablar sea lo que nos separó definitivamente del reino animal y nos hizo racionales, la segunda articulación del lenguaje nos impusó a unirnos en sociedades y dominar el medio. El origen de la escritura nos envolvió en la historia, abandonando el siempre balbuceante hombre primitivo. La invención de la imprenta marcó el final del oscuro medievo. La popularización de las comunicaciones: el teléfono, la radio, el ordenador, el móvil, internet, la televisión... nos hacen concebir el mundo como más cercano, como más nuestro.
3 comentarios
volandovengo -
Bien traida, hermano César, la alusión al silencio. Qué atrevida es la ignorancia.
Te dejo un proverbio árabe, me parece: si tus palabras no son más bellas que el silencio, entonces calla.
Ah, me alegra que te asomes a este foro.
tu hermano -
Hueso -