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volandovengo

Sobre la perfección

Sobre la perfección

Al principio fue el verbo que habitó entre los hombres. Y el verbo era perfecto. Y la perfección era Dios.

Después vinieron los verbos irregulares, que éramos nosotros. Gloriosamente imperfectos.

Lo perfecto es siempre pretérito. “El mejor tiempo ya pasó”, decimos. Pero sólo es nuestro instinto de supervivencia. Intentamos borrar lo malo para dulcificar nuestro pasado y así continuar viviendo. Olvidamos los momentos tristes, borrascosos, para construir un pasado romántico, alegre, heroico incluso.

Pero sólo somos irregulares en nuestra existencia, imperfectos muchos, pluscuamperfectos los más.

Sonreímos a nuestro futuro y ocultamos los trapos sucios del ayer. Nadamos y guardamos la ropa sin nadie que la vigile. Presumimos de nuestros logros, cuando son en realidad nuestros fracasos los que nos definen.

Y nos creamos un Dios. Un ser supremo cuya esencia es la perfección. El Ser con mayúsculas, el Ser a imitar, a temer, a envidiar, a odiar.

Sin embargo, la perfección lleva un alto grado de imperfección, y viceversa. Dios no sería Dios si no fuera un poquito imperfecto. Satanás envidia la imperfección del Supremo.

Nuestros primeros padres tuvieron al alcance de la mano seguir los senderos de Dios a pies juntillas, y caminar hacia la perfección. Pero lo tuvieron claro, y en vez de elegir la perfección imperfecta que divinamente se les ofrecía, escogieron la imperfecta perfección que les brindaba el diablo. Aprendieron a pecar con la mano izquierda. Tuvieron el buen gusto, como dijo alguien, de decir “no, gracias” a las propuestas de eternidad que Dios vendía por aquel entonces.

¿Es más perfecto un ángel sin sexo que el hermafrodita con los dos? ¿Es más perfecto el homosexual (que según Carlos Cano es la mujer perfecta) que el heterosexual, que se complementa?

La perfección no puede existir sino en el mundo de las ideas, en un mundo platónico donde todo es blanco o negro, en un estadio maniqueo en el que se glorifica o se castiga por las acciones de un sólo día.

Los griegos esculpían torsos perfectos. Hombres y mujeres ideales que educaban nuestro gusto. Nosotros elegimos, hace ya años, a una mujer como el animal perfecto. Un profesor de filosofía decía que quien se cree perfecto es un perfecto imbécil.

Pero, ¿no será la perfección un espíritu abierto y global?, ¿no será la tolerancia?, ¿o la humildad? Recordemos que el hombre feliz no tenía camisa.

* Radiado el 1 de febrero del 2000 en La plaza humana

*ILUSTRACIÓN: MC. Escher, Main dans une boule de cristal, 1935

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