Por fin se prendió el carbón
Olga Pericet es la primera bailaora que ha puesto en pie a los asistentes del Corral del Carbón en lo que llevamos de Muestra. El lleno absoluto que cuenta este espacio escénico durante toda la temporada está más que justificado. Y con esta joven bailaora cordobesa es una doble satisfacción.
Olga Pericet es una bailaora completa que expuso un repertorio redondo con el que sorprendió gratamente tanto a los que la ven por primera vez como a los que ya conocemos su baile. Reconocimiento que quedó demostrado con la prolongada ovación final, aunque ella se quejara entre bambalinas por la dureza del público granadino.
Su primera entrega fue todo un detalle para la ciudad que la acogía. Con bata de cola bailó unas delicadas granaínas, que se difuminaron en la noche como el negro de su vestido al blanco de sus volantes. Su arriesgada propuesta y el respeto con que aborda cada uno de sus movimientos, junto con su sonrisa permanente y el beso suave que lanza al viento, a la ciudad y a su paisanaje, conquistaron rápidamente a los asistentes.
Sus entrañables granaínas tan sólo abrieron boca. Constituyó esa delicatessen que nos prepara para un excelente menú. El plato fuerte llegó en forma de alegrías. Aires de Cádiz plenos de sentimiento, especialmente interpretados para ella, que repite bata de cola, llenando de sal el patio del Carbón como ninguna de sus predecesoras. Las guitarras son una gozada y su comunión perfecta, destacando este toque por cantiñas cargado de arpegios y sutilezas. Leo Triviño, un cantaor muy flamenco, con ecos camaronianos, raja el cante y desgarra la brisa. Fabiola, una de las pocas voces femeninas que hemos escuchado en este ciclo, con su buen gusto, da el contrapunto necesario al cante de ‘atrás’. Lamentablemente, su efusivo cante por bulerías resultó algo largo y fuera de lugar. Sobre todo porque lo acompañó con unos pasitos de baile innecesarios en un recital de danza. Sobre todo porque, a su término, Leo interpretaría una soleá con sólo guitarra y el tiempo de aparición de la protagonista se prolongó sin razón alguna. Sobre todo porque adquirió un protagonismo que no le correspondía. Las palmas y jaleos de Tacha y Popi recordaron que este complemento de compás es imprescindible en un recital flamenco, pero que muy a menudo se ahorra.
Olga, a veces fuego desbocado, otras porcelana fina, nos baila para finalizar unas peteneras, otro palo desacostumbrado en el baile flamenco, otra muestra de arrojo, que viene mostrando junto a Manuel Liñán, en su espectáculo “Cámara negra”.
El acostumbrado bis por bulerías fuera de programa relajó a una artista exigente consigo misma.
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