Hipersensibilidades
Entre los muchos proyectos que se han quedado enredados en las entretelas de mi olvido, en el inconmensurable tintero de las ganas, está ese héroe de cómic, un superhéroe que llegó tarde al reparto de los superpoderes y fue de los últimos en elegir. Ya habían pasado Superman y Batman, el Hombre de Hielo y la Mujer Pantera (incluso hasta el hombre orquesta). Ante la oferta tan peregrina de especialidades que quedaban vacantes, nuestro personaje decidió hacer mutis a la francesa, pero con buenas palabras y con un garrote como de rey de bastos, lo conminaron a regresar al sorteo de habilidades (el juego es el juego).
Más que elegir su especialidad, como era su deseo, ésta le fue impuesta, al igual que el castigo de una divinidad clásica. Y, desde ese momento, el hombrecito rezagado quedó convertido ipso facto en el "Hombre Imán". Por la calle se le iba pegando todo objeto metálico que se hallaba por sus alrededores.
Cierto día, se enganchó a una señora gorda que había comido lentejas (pues estas legumbres tienen mucho hierro). La dama, ligeramente contrariada por el impulsivo abordaje, la emprendió a paraguazos con el pobre "Imán", como se llegó a conocer (pues "Imán Man" sería una redundancia o una extraña tartamudez cacofónica).
Desesperado por su fortuna anversa, decidió abandonar este mundo arrojándose por el puente de Brooklyn pero se quedó sin remedio pegado a su baranda...
Hasta aquí más o menos llegaron las desventuras de este alter ego, que quise llevar a las tiras de las historietas, antes de que la idea se diluyera como muchos otros sueños. Al menos fue divertido.
Pero verdaderamente de los poderes que quería hablar son más reales. Sé de un crítico de música clásica que puede advertir tras una hora de concierto que el cuarto violín ha sonado una octava más alta en tal pasaje. Mercedes (conocida por Búha) es enóloga de profesión y sabe sacarle al vino regustos extraordinarios entre madera, cereza y vainilla. Rosa trabaja en una industria perfumera y, si no me equivoco, es capaz de detectar más de trescientos olores diferentes (quizá exagero). Me recuerda, salvando mil distancias, al afamado perfumista Jean-Baptiste Grenouille, protagonista de "El Perfume" de Patrick Süskind que, entre otras cosas, recordaba su nacimiento.
Granada acogió recientemente el "XVII Congreso de la Sociedad Europea de Quimiorrecepción (ECRO)", una reunión científica internacional que se celebra de forma bienal desde 1974 y congrega a especialistas mundiales en gusto, olfato y sentidos químicos en general. Allí estuvo Cyrano y el hombre pegado a su nariz de Quevedo. O sea, las narices privilgiadas. Y las orejas. Y los paladares. Y los cerebros...
Super heroicidades o prodigios. Dones de la naturaleza, gracias del destino. Sentidos privilegiados, superpoderes terrenales. Un oído superfino, un vista de lince, un olfato hipersensible, un gusto exquisito, buen tacto (sobre todo mucho tacto), un cerebro privilegiado.
Los que estamos limitados no dejamos de admirar esas habilidades de nacimiento y miramos con cierta envidia a quien baila con nosotros, por ejemplo, y nos susurra al oído Aqua Fresca de Adolfo Dominguez.
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