Una buena curda
Al decir "una buena curda" no me refiero a una hermosa mujer del Curdistán, sino a una borrachera impresionante.
El término 'borracho', junto con 'prostituta', es de las palabras con más acepciones, sinónimos, modismos, localismos, familiarismos y expresiones que conozco en el idioma castellano. A bote pronto podemos apuntar: ahumado (con ache o con jota, que los dos están admitidos), ebrio, embriagado, mamado, alcoholizado, beodo, alegre, bebido, azorado, borrachín, achispado, ditirámbico...; además de las expresiones y calificativos: cogorza, moña, crápula, pea, tranca, tajada, merluza, melopea...y delirium tremens.
Benedetti, remedando con cierta mofa el nombre de las memorias de Neruda intituladas "Confieso que he vivido",escribía 'Confieso que he bebido'. Todos hemos bebido, más o menos. Todos la hemos pillado, más o menos. Los grandes vividores, o grandes bebedores, recuerdan con cierto cariño (nostalgia) borracheras históricas, cogorzas de impresión, buenas curdas en las que te da por hablar con brillantez o lanzarte a un abismo antes impensable, o malas trancas, que da por llorar, por vomitar, por confesar lo incofesable, por pegarse a alguien como una lapa y darle la brasa toda la noche... Todos, más o menos, recordamos peas memorables, jumeras gloriosas. Todos, más o menos, queremos olvidar ridículas tajadas y dolorosas y humillantes... (por no hablar de las consecuentes resacas) (a mí me afectan más al estómago que a la cabeza).
Aunque no tanto como para apuntarnos a alcohólicos anónimos que, cuando nos preguntan nuestro nombre, se rompe su fin (es como llamar a la puerta del adivino y pregunte quién es).
Bueno, pues este sábado me topé con un tio mamao, mamao. Fue en el autobús, a eso de las ocho (o sea, que empezó pronto y pronto se lo quitó de enmedio). Con un volantazo del vehículo en una rotonda, el personaje se fue al suelo en el pasillo y ya no se levantó. La gente se alteró con el golpe, empezamos a cuchichear, a reír o a echarnos las manos a la cabeza (¡que barbaridad!). Nadie hicimos nada por tres razones. Primera, porque era como un luchador de sumo con sobrepeso y debía pesar una tonelada. Segunda, porque parecía muy a gusto el indivíduo sentado en el piso del autobus, mejor que en su asiento que le quedaba pequeño. Y tercera, porque viajaba con un amigo que le decía cosas al oído pero que tampoco hacía nada por levantarlo.
Esa, posiblemente, es de las moñas para olvidar, pero que cuando se medio olvidan, se cogen otras iguales.
* IMAGEN: 'El borracho' de Vega Bermejo Castelnau
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volandovengo -
Hueso -