El triunfo de Eva
Granada Flamenco
Faltan adjetivos merecidamente halagadores para tildar a Eva Yerbabuena y a su espectáculo “Santo y seña”. Parece que me quedo corto diciendo simplemente que fue tremendo, espectacular, grandioso… Merecería la pena, sin embargo, insertar aquí un enlace de vídeo, como en las páginas web, en el que podamos ver tan sólo los minutos de aplausos y zapateados que les brindó en pie todo el público al final de la función. Eva y los suyos, con lágrimas en los ojos, tuvieron que saludar al menos siete veces. Y es que, aunque sea un tópico, Eva es profeta en su tierra. Un éxito tan grande no se había visto en el mundo flamenco por estos lares. Tenemos suerte de tener a la mejor bailaora del momento en España, que lo lleva siendo durante mucho tiempo y lo seguirá siendo, porque lo que sembró el viernes en Granada no se marchitará así como así en nuestro recuerdo. Nada volverá a ser ya igual.
La parquedad del escenario, con tan sólo una silla y una bombilla que iluminaría la primera pieza, se muestra suficiente para una bailaora que, con su presencia, rellena cualquier espacio. Detrás de ella, diez músicos de primera fila. Tanto es así, que la hipnosis de la danza a veces se difumina por escuchar esas voces cautivadoras, esas guitarras tan precisas, siempre afinadas, rozando lo imposible.
Ningún hilo argumental conduce la trama, solamente el baile por el baile, el arte por el arte, Eva por Eva. Es su “Santo y seña”, es su verdad suprema en forma de seguiriyas y de cantiñas y de tangos y de soleá, sobre todo de soleá. Toda la obra es redonda, cada pieza es redonda, cíclica, empiezan como acaban o acaban como empiezan, rozando siempre el infinito. De negro aborda la seguiriya con extrema elegancia. Su baile es completo: pies, brazos, cintura, hombros y cara. Su rostro es puro fuego, jalea real cuando te mira. Sus movimientos son lentos, equilibrados, modélicos. Se tensa y se destensa siguiendo la cadencia natural de la música. Nada esconde.
En las cantiñas (alegrías, mirabrás, caracoles) se aparta de lo convencional, de la escuela sevillana, de la siembra de las bailaoras gaditanas. Usa bata de cola y mantón, eso sí, que mueve espectacularmente en la largura de los aires de Cádiz. Mece sus movimientos, se ondula como la brisa en la Bahía, se explaya en cada vuelta y en la alegría de tu tacón, se regodea en su propia creatividad.
Los tientos-tangos son una delicia. Quizá menos suelta y desinhibida de lo deseado. Con todo y con eso, una lección de gracia y esfericidad. Se le puede poner en falta, sin embargo, que se queda en los tangos de La Repompa, no se acerca a Granada, si acaso en la breve introducción y el epílogo por granaínas que apunta la guitarra de Paco Jarana.
Vestida de oro, por fin, Eva nos premia con su verdadero sello en forma de soleá. Parte de la quietud y va poco a poco desperezándose hasta lograr los momentos más sublimes de su total entrega.
Entre medias, su cuerpo de baile, compuesto por cuatro chicos, mostrarán bellas coreografías en forma de farrucas, jaleos y zapateado, quizá más cercanas a la danza contemporánea que al baile flamenco, quizá demasiado parecidas entre sí, quizá insuficientes para rellenar el hueco imposible que Eva abandona.
* FOTO: Eva Yerbabuena (© Paco Sánchez)
4 comentarios
volandovengo -
Ellen Birgitte -
Saludos flamenquitos de Ellen
volandovengo -
Ellen Birgitte -
Muchos saludos y gracias por tus críticas que siempre leo con mucho interés.
Ellen Birgitte de Dinamarca