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Jerez se desborda

Jerez se desborda

Flamenco viene del Sur

Una buena noche, con el flamenco más ortodoxo, es la que tuvimos el lunes pasado. Los artistas de Jerez se han destacado siempre por su compás, por su versatilidad y por su instinto. Tomasa Guerrero ‘La Macanita’ viene a ser un mito viviente, que rellena el escenario con su presencia y con su voz bonita y limpia, llena de matices y de flamencura. Sorprende lo bien que se mantiene. La última vez que la vimos en La Zubia en 2005 no estaba tan en forma, se le notaba más cascada. Aunque, no es lo mismo cantar en un teatro cerrado para trescientas personas que en un recinto ferial para tres mil. El caso es que en el Alhambra bordó sin condiciones. Al baile la acompañaba María del Mar Moreno, otra jerezana para tener en cuenta. María del Mar es una bailaora tradicional que deja un gran margen a la improvisación, destacándose por encima de todo su naturalidad. La fuerza y la elegancia imperan en su baile. El soniquete de las guitarras jerezanas también es único, sobre todo por bulerías, sin olvidar las alegrías o las seguiriyas. Buena muestra de ello nos dejaron Manuel Parrilla y Santiago Moreno. Por último, Luis de la Tota, Gregorio, Chicharro y El Bo, ponen el compás, las palmas y los jaleos, que en esta zona de Cádiz tienen el marchamo, la denominación de obra de arte.

El programa de mano, una vez más, no se ajustaba a la realidad. Un “Romance a Capella”, en forma de martinete, abrió la noche. La Macanita se queja con arte y con jondura. Convierte la tona en bulerías que dan pie a la bailaora a mostrar sus cartas. Se agradece en un programa doble que sendos artistas interactúen y no sean capítulos independientes. Después de una soleá por el cuadro de músicos, vuelve Tomasa con unos tientos tangos tan sabrosos como las malagueñas de Manuel Torre que aborda a continuación. Un ejercicio de feed-back lleva a La Macanita a retomar el romance del comienzo, que sirve de preámbulo a la soleá por bulerías que baila María del Mar con vestido rojo de amplio vuelo, sentando su dominio, su alegría y su pasión. La cantaora ha dejado a sus palmeros afrontar con clase la soleá anterior, mientras ella cambiaba su vestido, complementado con mantón, para llenarse de sal en las alegrías.

“Ahora voy a cantar un poquito por bulerías”. La artista jerezana, sin que nadie dude de su eminencia como cantaora festera, confiesa sus intenciones. La Macanita, ya de por sí grande en el cante, se crece un poco más, si cabe, en este palo eminentemente de su tierra, en el que se levanta, como mandan esas leyes no escritas del flamenco, para acompañarse con un bailecito, en el que Jerez se desborda. Santiago Moreno apunta una seguiriya con su guitarra. María del Mar, con vestido negro y semblante trágico, la contempla. Tomasa Guerrero, con un nuevo atuendo, las hace suyas, llenándolas de tradición y animosidad. Un fin de fiestas por bulerías, como no podía ser de otra manera, acaba de endulzar la noche. Destacó en este baile desinhibido el estilo “robocop” de Luis de la Tota.

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