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Guantes de fieltro

Guantes de fieltro

Guadix Clásica - Granada Flamenco

Para manipular los grabados originales y otras obras de arte, para que no se deterioren ni sufran ningún tipo de desperfecto, se suelen manipular con guantes de fieltro o de gamuza. El cuadro se coge con sumo cuidado, se eleva a la altura de los ojos, se aleja un poco, la largura de los brazos si acaso, para verlo con cierta perspectiva, se acerca con cuidado para apreciar los detalles y, con el mismo, cariño se devuelve inmarcesible a su lugar de origen. Ese mismo efecto, ese sentimiento es el que nos produjo Arcángel y Miguel Ángel Cortés en el concierto de ayer, 17 de mayo, en su recital accitano.

A pesar de la poca asistencia, medio aforo acaso, el cantaor onubense hiló fino, hizo encaje con su voz, tremendamente modulada, dominando los altibajos como el vaivén de las olas, tuvo un gusto exquisito en su entrega. Morentiano declarado, Arcángel vuela a voluntad por los horizontes sin fronteras en que se está convirtiendo el flamenco, con un pie siempre posado en tierra firme, codeándose con los antiguos, respetando las raíces. Y, a su lado, el guitarrista granadino (¿hay que decirlo?) Miguel Ángel Cortés, un compendio de técnica, estudio y sensibilidad. Una guitarra que parecen tres. Una guitarra respetuosa y atenta que llena los silencios y amortigua el grito moderado de su partenaire.

El banquete comienza con una guinda intitulada “Limón amargo”, una soleá por bulerías con tintes de copla. Desde este primer momento, Arcángel muestra su sello de cantaor solemne y respetuoso, original y completo, que inserta en cada cante todos los cantes de su estilo. Un artista que mece la copla como nadie, que se regodea en el fraseo, que ralentiza las letras para que sean saboreadas a voluntad, que escucha y admira a la guitarra, que aprecia los silencios, que disfruta en el escenario. Morentiano, como digo, pero también caracolero y chaconiano. La caña es otro dulce (en realidad todo el recital es un postre). Pero cuando empieza a dominar de verdad es en las malagueñas de La Trini y de Chacón. Toca techo en su carrera creciente y no caerá, no desfallecerá, porque su entrega y conocimiento hace que su puesto esté entre las estrellas. La soleá es una gozada para los oídos. Es largo y delicado en este cante, en el que realizan una parada antes de terminar para apreciar los ecos del silencio. Los aplausos a cada tema ya se cuentan por minutos. La sonorización es impresionante. Y el juego de luces. Da gusto acudir a teatros tan profesionales.

La cejilla, que se había mantenido en el séptimo traste, imponiendo la agudeza del artista, sube drásticamente hasta el primero y abordan unas seguiriyas tradicionales en re mayor. Miguel Ángel, haciendo gala de su poder creador, interpreta solo con la sonanta una hermosa guajira de su disco “Bordón de trapo”. Vuelve Arcángel con unos tangos de influencia granadina y unas bulerías para ser escuchadas, que las empieza casi a capela, y unas alegrías exquisitas, donde practica el mismo silencio que en la soleá, que realza suculentamente su belleza.

Acaba el concierto, cómo no, con un recorrido por los fandangos de su tierra, que dedica admirado a la bailaora granadina Fuensanta “La Moneta”, presente en la sala.

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