En casa se calienta el primer carbón
Los Veranos del Corral. IX Muestra de Andaluza Flamenco
Con un repertorio nada convencional, comienza Eva Durán su entrega en Los Veranos del Corral, una muestra joven que hoy por hoy pasa por ser la cita más prestigiosa del flamenco en nuestra provincia. Durante tres días a la semana, hasta el 15 de agosto, tendremos a lo más granado del flamenco incipiente participando en este foro. Eva Durán, como digo, comenzó la noche e inauguró un festival que, a diferencia de los pasados años, incluye cante y guitarra, aparte del baile. Esta novena edición comenzó con alegrías de Córdoba, esas cantiñas más relajadas y melancólicas que las de Cádiz. Eva, así, nos muestra desde el comienzo su tesitura y su cadencia. Su cante es relajado y sin estridencias, maduro, para ser escuchado y saborearlo sorbo a sorbo, como el café caliente, pues va manando a borbotones, con un eco tan flamenco como nostálgico. La cantaora de Estepona continuó por levante, cantando mineras y tarantas. Siguió con su entrega novedosa adornándose con bamberas. En las malagueñas bordó las de la Trini y se rompió en las seguiriyas, para terminar por bulerías. Diremos también que el sonido, aunque correcto, es menos fino que en los pasados veranos. Quizá fuera por ser el primer día.
Claramente sacromontano, carbón casero, comienza la segunda parte de Los Veranos con Juan Andrés Maya y su cuadro flamenco. Para abrir boca, Rafaela Gómez nos canta “La mariposa blanca”, ese poema por bulerías que compuso Manuel para una Lole siempre afinada. Con sentimiento, aunque quizá demasiado histriónica, se entrega la cantaora, nunca, en definitiva, a la altura de la Montoya. Las guitarras bien templadas, la percusión precisa y las voces escogidas para acolchar el baile por alegrías, rotundas, de Juan Andrés. Un baile de raíz, un gran baile, de los mejores que patean nuestras tablas, pero posiblemente haya tocado techo. Son contados los momentos de nueva creación que podemos saborear en este baile impetuoso. La “furia Maya”, los finales interminables, la búsqueda del aplauso continuo, los desplantes, las sobreactuaciones… quizá empieza a rozar el tópico.
De nuevo se queda el cuadro solo para brindarnos un poquito por bulerías con sabor a cueva, para dar paso al segundo pase de Maya. Los compases del Concierto de Aranjuez, del maestro Rodrigo, interpretadas por Emilio Maya a la manera de Paco de Lucía, introducen unas seguiriyas preñadas de fiesta y de algunos cantes de la tierra (como los fandangos de Granada auténticos en la voz de Toni Maya). Juan Andrés comienza bailando poco y sobreactuando en demasía. Son esas luminarias en las que el bailaor se siente tan a gusto como el público perdido y extrañado. El nivel alcanzado en las alegrías, en las seguiriyas es puntual intercalado con desconciertos. Con todo con eso Juan Andrés Maya es el mejor bailaor en su estilo. Atalaya y ejemplo para sus seguidores.
Por último, diré que su afición al micrófono al final de su actuación y el rosario almodovariano de saludas y agradecimientos está de más.
* EN LA FOTO: Eva Durán.
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volandovengo -
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