Pirómanos
Desgraciadamente es el tema de moda, los párrafos más calientes (perdón por la broma) de los articulistas van sobre fuegos fortuitos o provocados. Que si todas las letras que escribimos fueran chorros de agua, contribuiríamos algo en su extinción. Ahora mismo, en el mejor de los casos, tan sólo removemos conciencias.
El incendio fortuito es una desgracia. Ya sea la negligencia culposa de tirar una colilla encendida, que estalle algún artefacto militar o que el cristal de una botella "olvidada" actúe como lupa.
Sin embargo el fuego provocado es imperdonable. No sólo debería recibir el máximo castigo por malhechor, sino también, como apuntaba Jesús Lens hace poco en las páginas de Ideal, por estupidez. Es como quien escupe para arriba.
En el pueblecito de Beas en Granada, relato de memoria, todos los jueves ardía el monte por varios focos, claramente provocados. Al coger al pirómano con las manos en la masa, confesó que era el amante de la mujer de uno de los trabajadores, quizá el responsable, del retén de incendios. Y, cuando estos estaban ocupados en el sofoco de la fumarola, él, con menos sofoco, se beneficiaba a la susodicha.
Conozco, como proverbio masai, aquel que dice "la tierra no es un regalo de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos".
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volandovengo -
Patón -