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Palomar y Marta Arias, salero y presencia

Palomar y Marta Arias, salero y presencia

Los Veranos del Corral. IX Muestra de Andaluza Flamenco

No es costumbre, comenzar la semana por el postre. La noche del martes en el Corral del Carbón saboreamos almíbar, fruta para el paladar, dulce y fresca. Tanto el cantaor de la primera parte, como la bailaora de la segunda, dieron muestras de su exquisitez y su trabajo. David Palomar, forjado como tantos otros en el cante de atrás, dio un recital ajustado a cualquier paladar. Su cómplice, Rafael Rodríguez a la guitarra, tiene un toque bastante añejo y a la vez preciosista. David, con una cajita de música en la garganta, nos ofreció seguiriyas y soleá. Su plato fuerte, sin embargo, fueron las alegrías, los cantes de su tierra, y las bulerías, que cantó en su mayor parte en la boca del escenario, sin micrófono. Las remató adaptando “Carcelero”, el éxito de Caracol. Para la fiesta se puso de pie, como mandan los cánones, pues la bulería se presta a echarse un bailecito. Y vaya si se lo echó. Con soltura y gracia acompañó prácticamente todo su cante.

Marta Arias dulcifica su extrema elegancia en los tres bailes que nos ofrece. El baile se comprende como un conjunto, un todo estético que abarca desde la bailaora, sus brazos, sus pies, su cintura, su rostro… hasta la música que la envuelve, las luces o el vestuario, que se presenta de crudo para los cantes de ida y vuelta, negro para las seguiriyas y blanco estampado con lunares sepia para los alegres aires gaditanos. Así, en la milonga, con marfileña bata de cola, que mueve con precisión, pasea su palmito, presenta sus credenciales, hipnotiza con su gracia y su presencia. Después de una sentida rueda de martinetes, rematados al alimón por las dos grandes voces que la acompañan, Miguel Rosendo y Javier Rivera, vuelve la bailaora sevillana para ofrecernos su pieza más sentida. Un afortunado incidente, entre el calor y la premura, hizo que en mitad de la pieza se le corriera el rimel, se le derramara cual lágrimas negras por la mejilla, acentuando así el sentimiento trágico de la seguiriya. Una seguiriya con garra, con ímpetu, decidida a desgarrarlo todo y, cuando todo está hecho jirones, rehacerlo con las alegrías finales, con la sonrisa sincera que salta entre raudales de luz. Antes de este baile de fiesta, quedan solos en el escenario, Rosendo y el guitarrista Patino que nos proponen unas malagueñas y abandolaos antológicos, a la manera de los Agujeta.

A pesar de terminar el espectáculo bien pasada la media noche, varios minutos de aplausos obligaron a los artistas a saludar al menos media docena de veces.

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