Tocar el cielo
Flamenco Viene del Sur
No podía tener un mejor comienzo “Flamenco Viene del Sur”. La redondez, la delicadeza, la afinación y el milímetro en el flamenco se llaman Mayte Martín. Desde que sale al escenario la cantaora catalana entramos en otro mundo; en el mundo de la sensibilidad y el sosiego, en el mundo alisado de las ideas donde un pétalo doblado de la más pequeña flor no tiene sentido. Es como tocar el cielo con las manos.
Muchos dirán, y están en lo cierto, que el flamenco no es el cielo, sino también el purgatorio y el infierno. Pero de todo tiene que haber para sentir la grandeza del arte. Visitemos el cielo o el infierno, siempre que haya verdad estaremos en la gloria.
Mayte ha querido acordarse de sus mayores. De esos intérpretes que han dejado una huella indeleble, a veces sin saberlo, en su camino y el de todos los aficionados, con sus interpretaciones, con su entrega, con su manera de sentir. Y que, en cierta forma, estamos en deuda con ellos.
Por otra parte, estos forjadores la han acompañado en todos sus recitales, en todas sus grabaciones, pero hasta ahora no ha dedicado un espectáculo específicamente a ellos, con nombres y apellidos.
Quizá, el nombre de la función, Por los muertos del cante, sea poco afortunado, o demasiado visceral para un resultado tan edénico, o demasiado flamenco.
Y, puesto que de esfericidad se trata, los músicos que le acompañan son merecedores de estar a la diestra del padre. José Luis Montón y Juan Ramón Caro, a la guitarra, tan eficaces individualmente como enormes en su conjunto. Perfectamente armonizados. Pareciera que asistíamos a un concierto barroco escuchándolos. A la percusión, el esteponero Chico Fargas, un verdadero deleite, dando el latido justo, poniendo todo el cuerpo en cada nota, dimensionando el vuelo en su conjunto.
No hay que tener prisa, todo se saborea lentamente. Como un prestidigitador seguro, Mayte va encantándonos con su tempo, con su manera de sentir; va mascando los acordes y los momentos, cuidando los detalles y aleccionando con su buen gusto, con la modulación de una voz siempre afinada.
Empieza la noche con Los campanilleros de la Niña de la Puebla y continúa acordándose de Carmen Amaya con el soniquete moruno de la zambra La Tana, que tanto nos suena a esos tangos del camino tan nuestros.
Con la Petenera mejicana comienza a hacer concesiones. Memora un cante, escuchado en México con dejes de petenera clásica, que puede recordarnos a Valderrama.
Los Tientos y tangos de Pastora son conocidos y reconocidos. Letras populares que ya incluyó en su primer disco.
La Guajira marchenera es una delicia, los melismas, la ligazón de los tercios y el deje sudamericano le van como anillo al dedo al paladar de la cantaora. Apuesta que comprobaremos más tarde en la Milonga del solitario, de Atahualpa Yupanqui, claramente alejada del flamenco, pero, como reconoció la artista, el gran cantor argentino es también un ‘muerto del cante’. Como ‘muerto del cante’ también lo fue Antonio Machín, al que canta por cuplé, a los postres de la Bulería al golpe.
Un tema sobresaliente, sin querer destacar nada en especial, fue la Serrana, por su camino creativo. Naciendo como serrana misma, fue pasando a bambera, cabal y remató con fandangos valientes del Albaycín, haciéndole un guiño a Frasquito y con él a toda Granada.
“Amante, amante, amante, que hasta las pestañas me estorban para mirarte”, canta a coro todo el cuadro, a capela y fuera de micrófono, para anunciarnos los Fandangos a Morente, en los que incluye esa rondeña grande que empieza con “La esposa triste se bañaba” y donde se acuerda también de otros nombres del fandango, como el Carbonerillo.
Termina el concierto con Sevillanas a Manuel Pareja Obregón. Creo que un final equivocado en esta plaza. Aunque la pieza, como el resto del recital, es de encaje, en Granada podía haber finalizado con los fandangos o con la zambra.
Como regalo, siempre bienvenido, interpretó el éxito S.O.S., de su primer trabajo discográfico, Muy frágil (1995), que popularizó Falete.
* Foto: Joss Rodríguez©.
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volandovengo -
Raúl Comba -