Noticias desde mi patio
Aprovechando estos pasados días de fiesta le he dado un repaso al patio. Lo he barrido y lo he fregado, he podado los rosales, he trasplantado algunas macetas, he quitado hojas secas y he arrancado malas hierbas.
Estuve ocupado gran parte de la mañana del viernes y un rato por la tarde (con la colaboración inestimable de mi hijo que hacía todo menos lo que debía de hacer, hasta que lo puse a pintar con agua y una brocha pequeña los peldaños de la escalera).
En mi patio hay flora, es de Perogrullo, pero también fauna. Los pajarillos, ya lo he comentado alguna vez, nos visitan muy a menudo (no sólo porque sigo sacudiendo las migajas del mantel sino porque es el patio con más vegetación de los alrededores). También hay salamanquesas. El otro día regando vi una pequeña. ¿Dónde está tu madre?, le dije. Pero salió corriendo. En la otra esquina saltó una enorme que me miraba guardando las distancias, como los buenos conductores.
Los rosales tenían orugas que, creo, ya las he erradicado, con la poda y un liquidillo que le pulvericé que se ve que no les gusta. También hay hormigas. Ahora pocas, porque están hibernando (sí, como los osos). Alguna mariquita tan pequeña que no sé si es de cinco o siete puntos. Y bastantes insectos, que van y vienen pululando de flor en flor, completan la escena.
Hay quien habla con las plantas. Hay hasta quien le canta. Yo las miro, sólo las miro y las riego y las cuido como puedo.
Las margaritas van a salir ya mismo; los patos se han recuperado y puede que echen flores este otoño (como la foto de hace unos años); el laurel parece que está enfermo; no hay quien haga carrera con la hierbabuena...
Algunas se secan, otras vuelven a brotar; unas cambian otras piden sol o agua, más o menos... Pero lo que más pena me ha dado es la muerte de la encina. La tenemos desde que era un breve esqueje en un plantón, un saquito de tierra (que era como los paquetes de pipas de a duro de antes de antes). Era un inmaduro que vino con su hermano gemelo que no duró la cuarentena.
Pero este llevaba alzándose, muy lentamente, como hacen los quercus, desde hace seis o siete años. Ahora que tenía una bellota (proyecto de bellota) no ha resistido más los rigores del verano y el posible descuido involuntario.
Sin embargo es bello. Así, inerte y sepia, despide una dignidad antediluviana. Parece que dice: mi familia constituye el bosque mediterráneo por antonomasia. Y a mí se me cae una lágrima.
El otro día, día de gloria, por su base vuelve a brotar. Es fuerte como la encina que es. Y yo ya había tirado la toalla y lo veía bañado de purpurina plata, adornando la entrada de la casa esta Navidad, con fruto incipiente y todo.
3 comentarios
bukanero -
El mío es una jungla!
volandovengo -
Identidade -