Carrete, mucho Carrete
Flamenco viene del Sur
A veces la calidad de un espectáculo se aprecia a priori por la categoría del público asistente. En flamenco, como en tantas manifestaciones artísticas, esta premonición se cumple con pasmosa regularidad. A la entrada del teatro, para ver la propuesta de José Losada “Carrete”, pudimos ver a artistas de la talla de Enrique Morente, Mariquilla o Mayte Martín y a un sin numero de buenos y antiguos aficionados.
José Losada no hace más que exponer los duros momentos de sus comienzos en siete escenas, a través, como es lógico, del flamenco. Yo no sé la edá que tengo es una obra biográfica, escrita por Ortiz Nuevo, quien hace de narrador y actor protagonista, dentro del mismo pellejo de “Carrete”. El tratamiento es desenfadado, pero duro. Dentro de tanta comicidad, que a veces enturbia la ortodoxia, se encierra una infancia de penalidades en la ciudad de Málaga, en los tiempos del hambre. Así sabemos, que “Carrete” no tuvo zapatos hasta los diez años y que quería ser Fred Astaire por lo bien que bailaba (lo que él creía que eran bulerías) y por lo bien que comía en sus películas.
Así, con este ídolo, y una de sus escenas proyectada en el fondo de un escenario que se asemeja a una pantalla de cine, se desarrolla toda la función. El cinematógrafo es el principio de todo, es la única válvula de escape para un niño que bailaba sobre la paja, era la única opción de soñar despierto. Caracterizado con frac y chistera remeda al bailarín de celuloide, dándole su impronta flamenca. “Carrete” ya baila poco, pero contiene un poso de sabiduría que se convierte en arte con cada uno de sus movimientos, con cada uno de sus gestos.
El camino se inicia con un preciso Juan José Amador situándonos en el campo y la labor con un cante de trilla, que pronto pasan a ser alegrías, un paso a dos bailado por Carmen Ríos y Cristóbal García. Para rematar, el maestro apunta unos pasos magistrales (su respingo es antológico), que sigue toda la compañía vestidos de campesinos. Porque aquí todos actúan, todos bailan, todos se ríen y se lo pasan bien a la sombra de José. Su hijo, Joaquín Losada “Carretillo”, introduce con su guitarra introspectivamente cada parte, como fiel testigo de esta azarosa vida.
El sufrimiento llega por seguiriyas. Aplaudamos el cante de José Valencia. El compás del malagueño está sobrado, su espontaneidad, sus recursos y su expresión son más que notables, en los que se intuyen influencias de Escudero, de Antonio o de nuestro Mario Maya. La cuarta escena se desarrolla en Oslo, con Chiquito de la Calzada. Toda la compañía vestidos de época recrean por rumbas y tangos de Granada y de Extremadura el ambiente palaciego y su inesperada lluvia de billetes.
El tiempo cuenta momentos agridulces. Nos habla de la última actuación de Carmen Amaya, a la que no fue apenas público. Desmoralizada va a la Taberna Gitana donde actúa “Carrete”, y éste le alegra la noche al vestirse de mujer. Remata la escena bailando una soleá, donde Er cariño pasa a ser el Cheek to cheek de Irving Berlin por bulerías y “Carrete” repartiendo dinero de una anciana millonaria que lo protege. “Heaven, Im in heaven”… Hasta que se le acaban los cuartos.
La obra acaba por levante y el flamenco puro, que es La ley y con un grito de esperanza en el futuro.
* Carrete vestido de rey en la fiesta palaciega (© Deflamenco.com)
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volandovengo -
Lourdes -