Una apuesta local
4º Festival Flamenco Joven de Huétor Tájar
Eminentemente granadino fue el Festival de Huétor Tajar, pero no por falta de miras ni por patrioterismo casposo, sino porque tres de los mayores representantes del flamenco joven actual son de Granada. Prueba de ello es que son ellos los que recibieron los últimos grandes galardones en el Festival de las Minas de la Unión. Juan Pinilla, que además es autóctono de Huétor, se alzó con la “Lámpara Minera”; la bailaora Patricia Guerrero, obtuvo el “Desplante”; y Sergio Gómez “El Colorao”, los premios a la vidalita y a la soleá.
Y fueron precisamente estos palos los que abrieron el concierto. Sergio, con la voz levemente tomada, dio un recital memorable, lleno de melismas y agradables tesituras. El más joven de los Coloraos, con una voz dulce y redonda, hace bonitos los cantes que presenta. A saber, aparte de los ya aludidos, cantó farrucas, bulerías y fue realmente grande en los martinetes, donde se apreció claramente la cajita de música que tiene en la garganta. Lástima que la guitarra de Rubén Campos a su lado sonara tímida y a veces descafeinada.
Aunque la aportación de Juan Pinilla estuvo bien, no fue la mejor de sus noches. En plenas facultades y con un guitarrista de excepción a su lado que le facilitaba el fraseo, el cantaor sólo llegó al notable y no alcanzó el sobresaliente, que es a lo que nos tiene acostumbrados, sobre todo en su pueblo. Puede que parte de culpa la tuviera un público que, asombrosamente, se mostró frío desde un principio, sin la chispa de complicidad y calidez que se espera en el flamenco.
Juan comenzó con marianas y continuó con malagueñas y abandolaos (de Almería, Almuñécar, Málaga, Córdoba y Granada). También hizo granaínas, en las que se acordó de su maestro, Manolo Ávila, remedando a Cayetano, y remató como lo hacía el maestro Cobitos, tomado de Silverio. De aquí pasó a las cantiñas, donde Antonio Carrión lo mecía agradablemente, allanándole el camino, con su añeja guitarra. Pinilla terminó con una pequeña muestra de fandangos naturales.
Patricia Guerrero no sólo sufrió la sequedad del respetable, sino también la templanza de sus músicos. El resultado fue un baile preciso pero fuera de contexto. Patricia tiene unas formas muy estudiadas y trabajadas, hasta el movimiento de las cejas está milimetrado. Pero una bailaora, aunque sea la más austera de Andalucía, necesita que la arropen en condiciones. El sonido estaba flojo y el cuadro ajeno.
El esfuerzo de Marcos “Palometas” fue loable, pero hubiera necesitado una segunda guitarra que lo reforzara. Los cantaores, Juan Ángel Tirado y Manuel Heredia, de lo mejor de la tierra para cantar atrás, no se entendieron con las seis cuerdas ni en las alegrías ni en los cantes de levante, que Patricia remata con una hermosa coda por tangos. Entre medias, los cantaores hicieron unas tonás en la boca del escenario, demostrando sus facultades.
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