Cortar la manga
Entre las esporádicas lecturas de este fin de semana una volvió a llamar mi atención. En verdad no era una lectura de primera mano, sino la relectura de un libro de contenido antropólogo, que me sirvió de base para una charla sobre erotismo que dimos en Ronda hará unos diez años, cuando llevábamos la revista de literatura erótica El erizo abierto (Alfonso tiene que acordarse).
El libro Guerreros, chamanes y travestis, de Alberto Cardín, se editó por Tusquets en su colección exclusiva, siempre interesante, Cuadernos ínfimos.
Muchas costumbres sexuales vuelvo a recordar. Muchas costumbres sexuales vuelven a asombrarme.
Por lo delicado y emocionante, reproduzco un pequeño texto sobre la homosexualidad en la China clásica, tomada del original de Robert van Gulik, La vie sexuelle dans la Chine Ancienne, de 1561.
"El último de los emperadores Han, Ai-ti (siglo I a.C.), tuvo toda una serie de jóvenes amantes, de los que el más conocido fue un tal Tong Hsien. Un día en que el emperador compartía el lecho con Tong Hsien, éste se durmió apoyado en su manga. Cuando el soberano fue avisado para conceder una audiencia, tomó su espada y se cortó la manga, para no despertar a su amado. De ahí el término toan-hsieo, ’cortar la manga’, para designar literalmente la homosexualidad masculina."
Después de leerla recordé otra historia, antagónica en cierta manera. Es sobre el origen de la palabra sibarita. Un rey de la antigua ciudad de Sybaris, una de las más importantes colonias griegas en la Magna Grecia, se hacía confeccionar cada día un lecho de pétalos de rosa para descansar. La leyenda cuenta que detectaba cuando uno de estos aterciopelados labios floridos estaba doblado y mandaba rehacer nuevamente aquel delicado jergón caduco.
De ahí ha trascendido el término ’sibarita’, que designa a la persona en extremo refinada, amante de la buena mesa y de la buena vida en general. Dicho de una persona: Que se trata con mucho regalo y refinamiento, apunta el Diccionario de la Real Academia.
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