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Apostar sobre seguro

Apostar sobre seguro

Los veranos del Corral

X Muestra Andaluza de Flamenco

Finura, limpieza y rapidez de ejecución son algunas de las características que distinguen al joven de los Habichuela. En la velada del miércoles vivimos un momento histórico para el flamenco granadino. El patriarca Juan Habichuela le pasó el testigo a su nieto, del mismo nombre, entregándole simbólicamente una guitarra, salida de los talleres de José López Bellido. Hasta aquí, un acto emotivo, nada más. Pero si consideramos que Juan está entre los mejores guitarristas de la actualidad, y en cuanto acompañamiento es sin duda el mejor; si tenemos en cuenta que Juan es el cabeza de una de las sagas flamencas más importantes de Granada y del resto de Andalucía; si comprendemos que Juan ha acompañado a los más grandes cantaores durante varias generaciones sin fisura ninguna; si añadimos que Juan tiene plena confianza en su sucesor, que apuesta sobre seguro, reconociendo a su nieto como el bastión necesario en su familia, digno de llevar su mismo nombre y su confiado espaldarazo; amigos, estamos viviendo, como digo más arriba, un momento histórico. Sería palabrería, no obstante, lo que cuento, si el delfín no demostrara con creces esta tácita distinción. El abuelo Juan le regala la guitarra, como todos hemos visto, pero con ella le traspasa también un corazón que late por tangos y un río de sangre donde flotan a la vez la sensibilidad y el carisma.

El joven demuestra la importancia de un nombre y viste una vez más de largo un apellido que tiene el futuro garantizado. Juan comienza por granaínas. La tierra lo impone. El toque es difícil y generoso, lleno de matices y aromas. Puro almíbar. Continúa por guajiras, igualmente en solitario. Sus propuestas nos pueden remontar bastantes años hacia el pasado, pero con la frescura de unas manos de diecinueve años, puestas entre las cuerdas y las estrellas. Para el zapateado, ya clásico en el repertorio de este tocaor, se hace acompañar del violín de Maya. Todo instrumento emborrona la guitarra del Habichuela, incluso la voz de María Toledo en las alegrías, pero sobre todo la caja galopante de Luky Vega. Termina el mismo cuarteto difuso mostrando unas bulerías de vértigo, cogiendo de base “Lo bueno y lo malo”, un hermoso tema de Duquende, que grabó en 1993, con la guitarra de Tomatito. Aunque esté bien acompañado, hoy por hoy, Juan Habichuela Nieto suena mejor en solitario.

Después de esto, cualquier propuesta puede resultar pobre. Al bailaor granadino Luis de Luis le hemos visto días mejores. ¿Dónde está el reposo intencionado de otros tiempos? ¿Donde están los amagos inacabados, llenos de pellizco, con los que nos conquistó este bailaor? Puede que sea la responsabilidad del escenario o la compañía de un cuadro deslavazado y estridente. El caso es que Luis no estuvo a la altura. Fue un bailaor de arrebato, como tantos otros, llenos de sombras y ahogados en su propia necesidad de contar. Sin embargo, su planta no se la quita nadie. Es elegante y tiene algo no pulido que brilla sobremanera. Los martinetes con los que principia su entrega quizá fueran lo mejor (los cantaores sin la batalla de los micros), que continúan por abandolaos (ritmo del que abusa) y los remata por levante. Con la misma tónica, baila también seguiriyas y bulerías. Sus músicos, cuando Luis se prepara para la próxima danza, nos brindan farrucas y tangos. Nuevamente destaco la percusión justa y respetuosa de El Cheyenne.

* Luis de Luis (© Gabi Pape)

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