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El beso robado (1)

El beso robado (1)

Mónica

Qué fuerte lo que le pasó a Lidia el otro día. Bueno, a Lidia y a su novio. Iba yo con ellos. No es que me guste. Pero siendo una de las mejores amigas de Lidia, me suele llamar para salir con ella. A mí no me gusta salir con parejas. Prefiero cuando salimos las chicas solas. No sólo es más divertido, sino que cada una va a su bola. Hacemos lo que queremos sin ningún novio o marido al lado que te corte el rollo. Como cuando nos metimos en el bar gay. Todos creían que éramos lesbianas. Nos besamos y todo para seguir con el rollo. Fue superdivertido. Pero con parejas es distinto. Además, llega un momento de la noche que se enrollan, aguándote la fiesta. Y yo qué. A mirar para arriba, a limarme las uñas hasta que acaben, a hacer cola en el lavabo… Aunque hay otras parejas peores. Manolo y Susi, que no se sueltan de la mano ni a la de tres, y se llaman ratoncito. Qué cursi. Es superempalagoso. Así no dan ganas ni de tener novio. Aunque si lo tengo, puede que hagamos lo mismo. Otra vez, el novio de María del Mar no hacía nada más que tirarme los tejos. ¡Qué fuerte! Y yo, qué me dejes. Hazle caso a tú novia. Yo, la verdad, aspiro a otra cosa. Se lo tuve que decir, aunque no me importaría tener un rollito con Daniel. Pero eso a una amiga no se le hace. Sería supercutre. Me fui a mi casa y ellos cabreados. Daniel le tira los tejos a cualquiera. Si no está a gusto con María del Mar que la deje y punto. Ahora parece que se van a casar. Se han comprado un piso. Yo creo que no van a durar mucho tiempo. Lo malo es si tienen niños… Esto es un lío. Bueno, lo que estaba diciendo. Como insistió tanto Lidia, le tuve que decir que sí, que me iba al cine con ellos. Después de la película, de esas de marcianos, que no se las cree ni dios, nos fuimos a la pizzería. Algo había que comer. En el cine se portaron. Creo que no se dieron ni un beso. Se limitaron a estar cogidos de la mano y comentarse cosas al oído mientras compartían un paquete de palomitas. Bueno, mientras compartíamos un paquete de palomitas. Lo sostenía Lidia, y yo a la izquierda y Ángel a la derecha, cogíamos indistintamente de la bolsa. Nuestras manos, las de Ángel y las mías, se juntaron en una ocasión. Yo di un brinco y me puse roja, creo. ¡Superfuerte, oye! Seguro que me puse roja. Por eso casi no comí más palomitas. Que estaba un poco harta, le dije a Lidia. Abrí mi lata de cola y me la bebí en silencio. La película tampoco me gustaba mucho. La eligió Ángel. Qué vamos a hacer. En la pizzería también compartimos pizza. Bueno, pero allí con más orden, había luz y no estabas pendiente de la pantalla. Además, a cada uno correspondían dos trozos de pizza. Así que sin problemas. Pedimos dos, pues cuatro trozos para cada uno. Pedimos postre y todo. Yo fui al baño. Deje mi parte y me fui al baño. Dos latas, tengo que soltarlas como sea. Cuando volví, no se qué había pasado. Tenían caras largas. Se habían enfadado por algo. ¡Joder qué rollo! De todas formas, propuse tomarnos una copa al pub de siempre, ése de madera vista. Para ver si se animaban, para ver si Lidia me contaba algo. Estuvimos solas un tiempo, mientras Ángel iba a pedir, pero Lidia no dijo ni mu. Al rato, con los ánimos por los suelos, decidimos retirarnos. ¡Vaya sábado! Ya en casa le sonsacaría algo, porque, además, somos vecinas. Ángel nos acompañó hasta la puerta del portal y Lidia le pidió de subir. Él, que no. Que estaba muy cansado, que trabajaba al día siguiente. Lidia vio que era inútil seguir insistiendo, así que le dio las buenas noches y, cuando inclinó la cara para besarlo, Ángel se apartó como si le hubieran puesto un cubito de hielo en la espalda. “¿No quieres besarme?”, preguntó Lidia ante la evidencia. Él dijo que mejor dejarlo así, que mañana hablarían. Ella dijo que sólo un beso. “Por favor”, parece que añadió. Anda que yo voy a pedir un beso por favor. Es superhumillante. Ángel con la boca apretada y gesto de desafío, como de quien tiene la sartén por el mango, pronunció un rotundo adiós y se dio la vuelta. Lidia casi le gritó que si no era con él, sería con el primero que pasara por la calle. En ese momento pasaba un chico por nuestra acera, moreno y alto, que oyó el comentario y, sin pensarlo dos veces, dejó la mochila en el suelo y le dio un beso a Lidia en toda la boca. No me lo podía creer. Y Lidia se lo devolvió. Vaya que si se lo devolvió. Le cogió la cabeza y todo. Fue un segundo, pero parecieron horas. ¡Qué fuerte! Un segundo fue lo que tardó Ángel en darse la vuelta y soltarle un tortazo al chico de la mochila y tirarlo al suelo. Y, sin decir nada más, se fue a su casa.

* El beso robado es un cuento en cuatro partes.

** Con un fragmento del beso de Klimt.

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Jesús Lens -

¿Y cuándo sigue?