Déjale que crezca
Se ha quebrado el espejo
donde pones tus manos
sucias de regaliz,
donde aplastas la cara
sin bozo alguno,
donde ensayas tu nombre
en el aliento de tus besos.
Se han perdido las brujas,
bucaneros y duendes
que desbordan las páginas
de cuentos ilustrados
con que dormías cada noche.
Ya no pinchas tu dedo
en la rueca durmiente,
en la rueca que espera
el beso azul,
príncipe enamorado.
El caballito de madera,
ese de brida roja,
mira con amargura
su reflejo en tu espalda,
cuando en la bamba olvidas
que tienes un padre violento.
Y en el aire secas tus lágrimas.
Y en el viento borras tu infancia.
* Escrito en 2006 con motivo de la exposición sobre los Derechos del Niño (revisado).
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