Retazos de verano
El verano, como la Navidad, seguramente, es para los niños. Cuando somos niños lo sabemos, aunque no seamos del todo coscientes de ello. Poco a poco se nos va olvidando, hasta que tenemos niños, que más que recordárnoslo, se nos impone como una realidad innegable.
Como los cinco veranos que ya llevo con Juan, estoy supeditado a él, cada vez más, cada vez menos. Ahora soy su extensión o su sombra, o él la mía. Pienso, algunas veces, que tengo un niño faldero.
Todo está enfocado a Juan y los demás nos adaptamos. Un veraneo intermitente ha llenado sus días. Mucha piscina, algunas playas, una aventura científica en el Parque de las Ciencias, donde, entre mucho, dibujaron como los primitivos (véase ilustración), cursillo cultural en el Museo de CajaGranada, visitas a la Alhambra, guiadas e inventadas, trasnoches flamencos con su padre (ya canta y hace compás)...
Lo cual ha hecho que madurara bastante, por si no teníamos bastante. Ha aprendido a nadar y ha refinado sus razonamientos y sus preguntas.
El otro día me dijo: "Papá, ¿cuántos pájaros crees que hay en España?". Le dije que al menos tres, para dulcificar la estadística.
La finura de esta pregunta, sin embargo queda superada por esta otra: "Papá, ¿cuántos maridos andaluces crees que darían la vida por sus mujeres?"
Debido a la complejidad interrogativa y, sobre todo, a lo comprometido de la posible respuesta, le pregunté acto seguido: "¿Dónde te has sacado esa pregunta?"
"De mi cabeza", respondió sin titubeos. Y, ante el asombro y la carcajada de su padre, decidió facilitarme algunas respuestas alternativas: "Treinta mil, cuarenta mil o el ochenta y tres por ciento".
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