Granada reclama su protagonismo en la guitarra
Emilio Maya y Eduardo López inauguran la segunda edición de “La Guitarra en Otoño”
Nadie puede negar que Granada es una tierra de guitarristas y de guitarreros. De los talleres granadinos han surgido algunas de las mejores guitarras que hay actualmente en el mundo. El soniquete de las cuerdas de los tocaores de la tierra es legendario. A vuelapluma, y sin irnos demasiado lejos en el tiempo, podemos acordarnos de Manuel Cano, de Juan y Pepe y Luis Habichuela, de Vicente ‘El Granaíno’, de los hermanos Cortés, de Miguel Ochando, de Luis Mariano y de toda una pléyade de guitarristas jóvenes y no tan jóvenes que compiten con el sonido del agua. Sin embargo, la guitarra en Granada, ha estado incomprensiblemente relegada a un segundo plano. Este instrumento en sí mismo puede parecer árido si lo comparamos con la transmisión del cante o, más claramente, con las bondades del baile. Los músicos lo saben. Saben que un disco de guitarra es difícil venderlo. Sabiamente, la mayoría de los tocaores, se rodean de algunos otros músicos y cantistas para acolchar la salida de su producto.
En el Festival de Música y Danza, alguna vez, recuerdo, la guitarra ha tomado protagonismo. En Flamenco Viene del Sur se programa a veces, las menos, a un destacado guitarrista. En Los Veranos del Corral, últimamente, algún tocaor joven comparte el escenario con el cante o el baile. También está cogiendo cierta solidez el Festival de la Guitarra de Huétor Vega. Ahora, por segundo año consecutivo, tenemos en la capital un festival dedicado exclusivamente al arte de las seis cuerdas. “La Guitarra en Otoño” es el primer encuentro flamenco con que se inicia el curso, después del verano. Pretende, además de exponer el estado actual de la guitarra en Granada, englobar en un mismo escenario a figuras consagradas y a jóvenes noveles de la guitarra, tanto flamenca como clásica.
El lugar elegido para la representación del ciclo es el patio del Museo Casa de los Tiros, uniendo así, si me lo permiten, el virtuosismo de la sonanta, sus sensibles trinos, eternos, frescos, extemporáneos, con la monumentalidad de un palacio del siglo XVI. Esto hace que la vida se detenga, que nuestro mundo se entrecorchetee y que sintamos, como Stendhal, un vahído de pura belleza.
La entrada es gratuita y el aforo limitado. Ciento cincuenta plazas, algunas de ellas sin posibilidad de sentarse, lo que explica las colas en la puerta durante una hora o más antes del comienzo del espectáculo. Alguno de estos aficionados, sin remedio, se quedarán en la puerta, sin poder participar en la velada. Otro día será. El ciclo se mostrará todos los jueves hasta el 22 de octubre, que lo clausura el flamencólogo sevillano José Luis Ortiz Nuevo y el guitarrista barcelonés Pedro Barragán.
El jueves 17, se inauguraron estos encuentros con Emilio Maya, una de las referencias guitarrísticas de Granada, y Eduardo López. Emilio, siendo flamenco, es un tocaor muy versátil, que retoza habitualmente con otras músicas, sobre todo con el jazz, aunque también ha colaborado en proyectos con músicos de clásica. Emilio siempre ha mantenido las ventanas bien abiertas y, no sólo se ha impregnado de los aromas que traen los aires de todos los puntos cardinales, sino que no ha rechazado ninguna propuesta de colaboración. Con un disco en la calle, llamado “Temple”, que próximamente lo presentará en Japón, está trabajando en un nuevo trabajo, del que nos participó en solitario unas sugerentes granaínas, con el nombre de “Tres piropos para Granada”. Su recital, acompañado de la violinista japonesa Maya, continuó con zapateado, taranto y seguiriya.
Antes que Emilio, la guitarra limpia y canora del guitarrista y profesor Eduardo López, nos hizo entrega de un repertorio clásico, muy cercano al flamenco. Fueron la rondeña, la petenera y el zapateado de Regino Sainz de la Maza. Para terminar, ambos guitarristas se encontraron en Manuel de Falla, donde coincidieron la sensible sonoridad de López con el ardor espontáneo y la flamencura de Maya. Ante la pregunta por su complicidad, Eduardo nos dijo que había sido muy fácil, mientras Emilio confesó que sólo habían ensayado dos minutos.
* Portada de Temple de Emilio Maya.
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