La manita en la cara
No puedo más. Es necesario que me pronuncie. Hay una degeneración entre los articulistas, columnistas y demás colaboradores en revistas y periódicos que les inclina a retratarse con la manita en la cara. Se sujetan el mentón, se la acercan a la nariz, se amasan la oreja o se tocan la mejilla.
Reconozco que a algunos les da una dimensión interesantísima y otros, los menos, aparecen con una naturalidad pasmosa, como si fuesen El Pensador de Rodin. Los primeros que aparecieron con la manita en la cara daban cierta envidia, como si estuvieran por encima de todo, como si en la sobremesa sólo hablaran de metafísica.
Pero uno se cansa y los intelectuales que veía en un principio, ahora sólo veo intelectualoides, pamplinas que esconden su cortedad en una foto con aspiraciones.
No soy gran lector de periódicos, lo reconozco, pero sí de artículos y columnas de opinión. Tengo mis favoritos y mis odiados, como todo el que lee. También me gusta descubrir nuevos opinadores en periódicos inhabituales o en revistas de consultorio o navegando por la red.
Pero no soporto que el personaje tenga la manita en la cara, que adquiera la típica (tópica) pose de "dueño de la verdad absoluta", de "fiaros de lo que digo porque le he dado muchas vueltas y, además, tengo gracia".
No. A mí no me engañan. Cuando veo a alguien con la manita en la cara, paso la página y ya encontraré a otro con la frente más despejada.
2 comentarios
volandovengo -
Lara -
Otra observación: en las féminas, en cambio, la mano se desplaza hacia la cabeza. Entonces se pasa ya del narcisismo al insomnio. Curioso. Curioso.