El Extremeño, un animal de escena
Trasnoches flamencos en la Venta el Gallo
¿Dónde se mete el público de Granada? ¿Dónde se mete el público de flamenco? Es difícil movilizar a todos los aficionados. Es complicado concentrarlos en un objetivo concreto. Pero, cuando se trata de un cantaor de primera fila, de un artista que por su sólo nombre es capaz de llenar teatros, puede resultar algo sintomático. Enrique ‘El Extremeño’ actuó el viernes en la Venta el Gallo del Sacromonte con una mínima e injusta expectación. Fue un recital más que notable, de complicidad, entrega y buen hacer. No por falta de público, el artista se achantó, sino que le sirvió de acicate para echar toda la carne en el asador y comerse la escena, ofreciendo el cien por cien de sus posibilidades.
Esta ausencia de público, ¿podría ser por falta de difusión del evento?, ¿por multiplicidad de espectáculos de ese día?, ¿por el precio, quizá, excesivo de la entrada?, ¿por la dificultad de acceso a la cueva?, ¿por el frío?, ¿por apatía general?... Posiblemente, el participante potencial del flamenco en nuestra ciudad, esté un poco quemado. Se encuentra castigado por una oferta demasiado dispar, por la suspensión de conciertos (El Cigala, José Mercé, Belén Maya) o porque se le dé gato por liebre, jugando con su capacidad cognitiva.
El Extremeño, curtido en el cante de atrás, esta sobrado de compás. Para el cante festero no tiene parangón. Las primeras figuras del baile se rifan su presencia en sus cuadros. Por tonás comienza su actuación, poniendo de manifiesto su voz poderosa y bien templada. Se mostró rico por Cádiz, para pasar, siguiendo los consejos de Valderrama, con todo cariño, por una vidalita a media voz. Emilio Maya lo supo arropar bien con la guitarra, mientras Eloy Heredia improvisaba, como pez en el agua, con su travesera. Unos tientos-tangos dan paso a un breve descanso.
Emilio y El Moreno, a la percusión, convocan a la segunda parte con un poquito por bulerías. El Extremeño, acompañado de un espontáneo recitador “venido de Argentina”, llamado Antonio, se resta grandeza en la soleá. Unas seguiriyas anhelantes y los bellos tarantos de ‘El Gallina’ y José Salazar, dan paso a la gran fiesta. Hay que descubrirse cuando Enrique canta por bulerías y remata por cuplés. Con micrófono o sin micrófono, sentado o de pie, con su amago de pataílla, se convierte en un animal de escena.
* El Extremeño (© Paco Sánchez).
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