Hacia dónde vamos
Reflexiones sobre la universalidad del flamenco
El flamenco, por derecho, está a punto de ser proclamado Patrimonio Oral de la Humanidad por la UNESCO. Debemos estar orgullosos por lo que nos toca. Es un derecho innegable que esta música de Andalucía, España y la Humanidad, como dice nuestro himno, sea reconocida como un monumento a la creación popular y a un estilo de vida muy particular. Porque el flamenco es un mundo que se extiende por el mundo. Al decir de muchos entendidos (¿de todos?), es una de las músicas más ricas que existen.
Puedo excusar a la Junta de Andalucía cuando en sus Estatutos reflejó el flamenco como materia exclusiva de su competencia con la idea de salvaguardar sus raíces, pero no perdono el intento interlineal de querer encasillar una música que es de por sí universal y mestiza, como dijo Sanlúcar. Puede que naciera en Andalucía y que echara los dientes en los rincones de nuestra tierra y que el folklore tradicional confluyera con la llegada de los gitanos y que germinara en una expresión tan categórica, pero, por suerte, el flamenco no cerró los ojos ni atrofió sus alas y, con el mismo arte, fue creciendo en Extremadura y en Levante y en Galicia y otros puntos. Para escuchar flamenco y tener oportunidades, para conocer todas las sensibilidades hay que ir a Madrid o aterrizar en Barcelona. Hay grandes flamencos en toda la geografía, en Toledo y en Pamplona y en Alicante y en Oviedo… Así, quitadme la etiqueta de “sólo andaluz”.
La península se impregna de sonios negros que traspasan nuestras fronteras enriqueciendo los rincones del mundo. Que le pregunten a los artistas, es un bautizo de fuego pasar por Japón, por Nueva York, por París, por Londres. Existen festivales prestigiosos en muchos países. Hay miles de academias de flamenco por todo el globo. Hay intérpretes, de la guitarra y del baile, que no tienen nada que envidiar. El cantaor David Sorroche, me escribía no hace mucho del norte de Europa, diciendo que había que ponerse las pilas, pues por allí se estudiaba flamenco con rigor y entusiasmo, y que una guitarra sonaba como si fuera del Camino. El padre de Dorantes, comentaba en una entrevista en Radio 3, que descubrió en Japón a un guitarrista apodado con su mismo nombre, ‘Pedro Peña’, que era capaz de reproducir a la perfección todos sus discos, incluso milimétricamente los fallos que se pudieran haber deslizado en la grabación.
Así, cuando el flamenco se ningunea, se margina, se aparta como una manifestación anquilosada de segundo nivel, cuando a propósito se oscurece su mundo, me revuelvo y me digo que llegará el día que echemos de menos no haber mimado a nuestro arte por antonomasia, que no hayamos respetado a sus intérpretes, que no hayamos cuidado su cantera. Y cuando tengamos que ir a ver buen flamenco a Luxemburgo, a Nueva York o a Milán, nos daremos cuenta que el universo es nuestro, pero la carrera espacial la hemos perdido.
3 comentarios
Lara Cano -
¿De veras? Me alegro mucho. Pensaba yo que no llegaría, que era una lucha inútil.
Me alegro, pues esperemos que gracias a la etiqueta se subvencionen más eventos y se valore más a sus trabajadores, a los que viven profesionalmente de este arte.
volandovengo -
Alfonso Eduardo -