Mucho ruido y pocas nueces
XII Muestra Andaluza de Flamenco
Los Veranos del Corral
‘El Farru’. Es más la expectación que levanta que el resultado final. No obstante hay seguidores de sus formas y de su dinastía, a los que les conforma con razón este baile tan efectista y masculino. No obstante, acumula cierta herencia y se hace notar, pero la estampa y el poderío de Farruco no la tiene y la precisión y el salero de Farruquito también quedan alejados. Sin embargo, un intento de renovación se vislumbraba en los primeros tangos. Unas ganas de recrearse en silencios acompasados, se apuntan como verdades que a la larga demuestran ser fachada. Un baile que como los fuegos de artificio sube y estalla para caer en picado y desfallecer en la soleá final, un baile donde se abusa de fuerza injustificada, paseos, poses y búsqueda del aplauso.
Bien por el cantaor ’Rubio de Pruna’ y su pureza conmovedora. Es una pena que no estuviera bien sonorizado. Traer técnico propio donde no hace falta es una merma que se acaba pagando. Así se amplificaron la percusión y las guitarras, restándole protagonismo a las palmas y la voz.
Entre medias, Antonio Rey, a solas, con su guitarra interpreta una precisa taranta, con formas sobresalientes. La modernidad que entremete por otra parte, resta quejío.
La soleá aludida comienza con la voz en off del bailaor sevillano haciendo una semblanza de dicha pieza. Es como una declaración de intenciones. El alcance pleno de su sentimiento. En primer lugar, el bailaor ’Polito’, que hace de palmero la aborda sin mucho fondo. Pronto será sustituido por El Farru que prosigue su incomunicación.
La pieza se extiende por bulerías y se convierte en fin de fiestas, en el que bailan, como artistas invitados, ’Barullo’ y el niño Manuel ’El Carpetilla’, llamado a ser el mejor bailaor de la saga familiar.
Foto: Antonia Ortega©.
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