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Fuerza y temple en el Corral

Fuerza y temple en el Corral

XII Muestra Andaluza de Flamenco

Los Veranos del Corral

Con una levita extemporal el ’Nene de Santa Fe’ propone una toná. No hace falta decir que es un cantaor profundo y con temple. Pero el estremecimiento, la tensión habitual, el dominio ancestral, que lo convierten en uno de nuestros mejores intérpretes del cante jondo, no relució hasta los postres, hasta la soleá y seguiriya finales, que fueron verdaderamente sobresalientes.

Hasta llegar a ellas tuvimos que escuchar una larguísima soleá apolá, cercana al romance, cercana a la bulería, de José Fernández de Pinos; un mirabrás de nuestro insigne poeta romaní Pepe Heredia, recientemente fallecido (aunque el cantaor lo hacía todavía muy enfermo), con una generosa introducción del maestro Marchena; y una farruca preñada de campanilleros acelerados, tan sorprendente como innecesaria.

El que cuente con su hijo, Manuel Carmona, habitualmente para que le acompañe a la guitarra tiene sus cosas buenas, pero este cantaor necesita un guitarrista casi tan añejo como él, más flexible y preciso.

La segunda parte la protagonizó la fuerza exclusiva. Alba Heredia se deja querer y destila un poderío que hace pensar en condicional. Demasiado mediatizada, se parece a los suyos. Pero a quién se va a parecer si no. Tan sólo que los “suyos” son bailaores y ella bailaora. Tan sólo que buscas delicadeza y encuentras rozamiento. Tan sólo que vislumbras alas pero están enmohecidas.

Quizá desde Matilde Coral no vemos unas manos con esa gracia, con ese vuelo. Su presencia es radical y su estampa definitiva; sus caídas auténticas y su taconeo preciso. Entre sus aciertos está el de arroparse de El Galli, uno de los flamencos más en forma para el cante de atrás. Y contar también con el disciplinado Cheyenne en la caja. Al compás, emocionados, su madre, Rafi Heredia, y su tío, Juan Andrés Maya.

El cantaor de Morón abre con unos martinetes que Alba aborda desde una silla en medio de las tablas. Recuerda un poco demasiado a Iván Vargas. Las seguiriyas son híbridas y relucen de vez en vez bulerías y aires de Cádiz. Hay momentos conseguidos en el compás innegable, en el reposo exiguo, en el paseo severo. Pero es necesario dulcificar una entrega que coacciona desde un principio (radicalizada en la expresión del rostro).

La soleá se alarga reconocida en la voz del sevillano, mientras Basilio Jiménez y Pepe Maya ‘Marote’ lo inspiran con la guitarra. Nuevamente aparece la bailaora granadina con las fuerzas recuperadas para ofrecerle a su público lo que esperan de ella, que borda su camino, que de pura emoción es capaz de saltar por encima de las cabezas de sus músicos. Sus incondicionales y muchos foráneos convencidos vitorean su entrega, aplauden hasta el límite. Su familia presente se enorgullece de sus nuevos logros. Si no se desvía su futuro Maya está garantizado.

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