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volandovengo

Belén es una fiesta

Belén es una fiesta

XII Muestra Andaluza de Flamenco

Los Veranos del Corral

En primer lugar he de advertir que soy incondicional de Belén Maya, por si algún elogio se queda corto que se lea superlativo.

Hasta que no se recibe un baño continuo de sensaciones placenteras y una mueca de felicidad no abandona la cara agradecida, no se adivina discernir con nitidez lo sobresaliente de lo resultón e incluso de lo mediocre maquillado de triunfo.

Belén es una fiesta en el escenario donde se divierte y hace gozar a su público. Demuestra segundo tras segundo que el arte va unido a la distensión y a la felicidad y que el camino hacia el cenit está cubierto de flores. Nadie ha de saber lo que sufre un artista. Nadie debe leer en el rostro de una bailaora las horas de ensayo, el paso complicado, la arruga del desasosiego. Que la sonrisa no sea tan sólo una mueca. Que las ganas se desborden por los ojos. Que el escollo tenga la gracia de la dignidad.

Belén, cabeza espiritual de toda una pléyade de paladines que conforman la punta de flecha del baile flamenco actual, prodiga sus formas como la hierbabuena regala su olor.

Nunca estoy tan agradecido a una primera fila que cuando alguien habla con todo el cuerpo, trasmite por todos los poros, sugiere con esa fuerza tan descomunal como humilde.

Fue Belén Maya la que gritó, como Alberti, que nunca volvería a Granada. Fue Belén Maya quien recibió dos duros golpes en nuestra ciudad encabezados por el consistorio y respaldados por quien se supone que es su familia. Fue Belén Maya la que tuvo que guardar sus papeles y sus sueños e irse con un portazo en las narices ante la inutilidad de reivindicar el nombre de su padre en La Chumbera. Fue Belén Maya la que recibió la llamada para que no se molestase en aparecer en un Festival de Otoño donde estaba anunciada a bombo y platillo. ¿Sería para que no hiciera sombra? ¿Sería por la ineficacia de los organizadores de dicho certamen? ¿Sería para embolsarse su caché tras una malísima gestión?

Pero con una profesionalidad impermeable, Belén Maya vuelve a Granada, como Alberti. Y lo hace por la puerta grande. Actúa para su público y sus seguidores que, posiblemente, son los que entienden. Y nos deja un ramillete de su arte que se le escapa a raudales en cada paso.

Puede que este sentimiento, este recorrido de la euforia al abandono, se reflejara en su primer baile que comienza por tangos, aclamando la luz y la fiesta, para pasar a tientos y terminar por levante reventando su pena y con ella la tristeza de todo el orbe, de quien ve pasar la vida sin resultados, del hijo sin expectativas, de la madre dolorida.

La guitarra de Rafael Rodríguez es también una fiesta. Tocaor versátil donde los haya. Mercenario de escena. Lleno de particularismos y particularidades. Disfruta con su genio y aplomo y trasmite esa energía y creatividad.

Una malagueña entona de manera añeja Jesús Corbacho. Se ajusta a los límites, quizá con demasiada queja y babeo.

La segunda entrega de Belén es una soleá por bulerías. En la misma escena remata el ensayo. Se hace niña por momentos, aprendiza de sí misma, y desde un comienzo propone el juego del ensayo y error. Como si se tratara de varios comienzos, la bailaora se deconstruye para reaparecer dominando. Sus manos, tanto paloma como pala, enmarcan su cuerpo quebrado o redondo, etéreo y rotundo. Termina en silencio, haciendo molino con los brazos, suspensivando una función que muy bien podría ser como fue pero que también podría haber sido de otra manera.

José Valencia impone sus facultades por bulerías, que incompresiblemente es lo que acabamos de escuchar. El escenario es suyo, el patio es suyo, el mundo es suyo. Y lo satura.

Una fiesta en la fiesta son las alegrías. Con un contundente vestido de cola rojo y mantón negro remata una faena que siempre se nos hará corta. Hacemos borrón y cuenta nueva. El vestido de cola raramente ha bailado antes de este momento.

Belén es señora de la sal de la Bahía, pero también es dueña del reposo, de la tradición y la vanguardia. Lo dice todo, pero todo le queda por decir. Y, si hay suerte, lo veremos y lo seguiremos contando.

* Foto: Antonio Robles©.

11 comentarios

volandovengo -

Estuve en la SUMA Flamenca y en el Potaje de Utrera. No me puedo permitir salir mucho. Aunque aquí, entre Granada y provincia, no doy abasto.

Lara Cano -

¡Está claro! Pero de Granada te pierdes más bien poco :)

volandovengo -

A mí me gustaría también haber ido a Jerez, a Lebrija, a Morón... pero no puedo.

Lara Cano -

Suscribo las palabras de Paco Sánchez. Quién hubiera podido estar...

volandovengo -

Creo que coincides conmigo, José Manuel, nos van llevando al conformismo hasta que vemos algo sobresaliente...

JMRojas -

Vaya crónica-reflexión !!!!

volandovengo -

Juan, el sonido, sobresaliente, como siempre. Gracias por la puntualización de la capacidad del patio.

Juan -

Ah!!! el aforo total es de 400 personas.
Un saludo.

Juan -

Espero que el sonido y la iluminación estuvieran a la altura...

volandovengo -

Paco, en realidad fue grandiosa. Lástima que el aforo es de apenas unos 300 espectadores. Estos días deberían trascender. Te hubiera gustado hacerle fotos.

Paco Sánchez -

Estupenda crónica.
Según escribes, merecía la pena haber estado allí. Enhorabuena a los que pudisteis sentir esa magia del flamenco.