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Vocación pedagógica

Vocación pedagógica

Sacromonte cuna de flamencos

El corazón del guitarrista Carlos Zárate a veces se desborda y el norte se diluye. Zárate es un corredor de fondo, como escribí una vez, con unos 30 años de profesión a sus espaldas. Es un artista muy particular, dedicado a los suyos y a su planteamiento de vida, que viene a ser lo mismo.

Carlos cree en la gente. Reconstruye el flamenco desde la base y tiende a darle oportunidades a todo el mundo. Dirige una academia, “Escuela Superior de Arte flamenco”, e intenta darle cuartel donde encarte.

Sin embargo, el Museo-Cuevas del Sacromonte no es el lugar apropiado para “principiantes”. La programación estival de este escenario apunta hacia la calidad y la experimentación, no hay lugar para el titubeo o el ensayo.

Un alumno aventajado, Armando Linares, abre la noche con su guitarra por fiesta. Su sonido es limpio y redondo. Perfecto telonero del maestro que, con sólo dos solos, deja claro su magisterio.

Son los momentos mejores de una noche que va decayendo con la aparición de sus alumnas al baile, de las que se rescata su voluntad y un atisbo de madera (el tiempo lo dirá).

La luz no obstante brilla en momentos, como la pataílla por bulerías de Rosa Zárate, y su labor impagable de rebuscar la sensibilidad en cualquier persona.

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