El arte de la crítica
He puesto el título a este artículo con toda intención, aún a sabiendas de lo arriesgado e inexacto de este aserto. Pues la crítica no es arte, aunque critique el arte. Al igual que el crítico no es un artista, aunque osa evaluar la obra de un artista verdadero hasta el punto de dudar de su verdad.
No hay nadie más criticado que el mismo crítico. Sobre todo por las personas que él critica, sus seguidores o incondicionales, hasta el punto de salir mal parado, cuajado de insultos, menosprecios, amenazas y otras agresiones, incluso físicas.
El crítico opina desde el conocimiento, aunque se ponga en duda. Una mínima (o máxima) formación lo avala.
Algunos opinan que si el crítico no sabe pintar, no sabe cantar o tocar la guitarra no tiene la capacidad de enjuiciar al que expone o al que se sube encima de un escenario.
Bien mirado, sin embargo, si el crítico fuera un artista, sería un artista y no un crítico. Muchos críticos, siguiendo este razonamiento, han sido artistas o pretenden serlo o están frustrados. De todo tiene que haber.
A nadie se le ocurre tachar de intrusismo al analista político o al comentarista de fútbol, que en realidad son críticos, interpretan un partido (esto vale para los dos ejemplos) para hacerlo más asequible, desmenuzan sus pros y sus contras, siempre de manera subjetiva, pero con parámetros universales. De igual manera se podría pensar de los historiadores, de los arqueólogos o de los antropólogos. ¿Cómo pueden hablar de lo que no han vivido?, se preguntarán los incrédulos.
Gabriele D’Annunzio decía a este respecto que “la crítica es el arte de hacer disfrutar del arte”. Mejor no se puede decir. Se trata de poner tus conocimientos y tus apreciaciones al alcance de los demás. Pero no para que piensen como tú, sino para que tengan un punto de partida donde afianzar sus propias opiniones.
También, por oficio o abundancia, el crítico suele fijarse en todos los detalles posibles. Es posible que, a lo largo de todo su ejercicio, el crítico esté pendiente de toda la oferta. Muchas veces, después de ver y analizar todas las propuestas artísticas que pasan a tu alrededor, adquieras una perspectiva determinante o simplemente un baremo “comparativo” con que se puedan evaluar las obras venideras.
El oficio de un crítico también viene dado por su capacidad, su sensibilidad y su aprendizaje. A Tony Leblanc, que hacía de mecánico en una película, lo requirieron para revisar el motor de un coche que se había parado. A los minutos el coche empezó a andar y el operario pasó la minuta. El dueño del coche indignado le dijo que cómo podía cobrar esa barbaridad por sólo apretar un tornillo. El mecánico, limpiándose las manos, le respondió que apretar el tornillo lo hacía gratis, que por lo que cobraba era por saber el tornillo que había que apretar.
Conozco a alguien que, tras coincidir a la salida de un espectáculo, me dijo que esperaba leerme para ver lo que se había perdido. Algo exagerado, pero es una manera de reconocer el ojo, el oído, el gusto, el olfato y el tacto del crítico. Creencia en los sentidos, incluyendo el común, que no es un acto de fe, sino el convencimiento de un criterio “profesional” por evidencias, coincidencias propias o comparación con otros críticos u opinadores de calidad contrastada.
Porque, ni siquiera todos los críticos coinciden, y para lo que unos está bien, para otros es mediocre o está mal. O, unos le dan más importancia a determinados aspectos que para otros son baladíes. O, unos se fijan o aprecian detalles que para otros pasan desapercibidos. Repito que la crítica es subjetiva.
Oscar Wilde dice que “el crítico es el hombre que puede interpretar de una u otra manera su impresión de las cosas bellas”. Es el usuario, el espectador, quien debe tener criterio y saber filtrar la información y quedarse con lo válido, con lo que a él le valga, y estar abierto a las críticas y a las opiniones, y reconocer, si es el caso, la viga en su ojo, antes que la paja en el ojo ajeno.
Como conclusión, para los más reacios, les aconsejaré que no acepten consejos, como canta Arcángel, “que nadie me dé consejos que yo me equivoco solo”.
5 comentarios
volandovengo -
La experiencia, por otra parte es un grado, y mis primeros artículos tienen alfileres comparados con los que puedo hacer a los ocho años de ejercicio.
Sergio Cuesta -
volandovengo -
Juan, El artículo es tuyo y, en general, de todos los que hemos ejercido la crítica y hemos sido señalados por ello.
Juan Pinilla -
B -