Las peñas y el futuro
Los Lunes Flamencos de la ONCE
Siempre se me quedan cosas en el tintero. Es difícil reflejar todos los momentos en un blog que quiero que se distinga entre otras cosas por la brevedad de sus entradas, aunque no siempre lo consigo.
Entre estas acciones a las que aludo, mencionaré a Rubén Campos, que nos dio un recital de guitarra en el Liberia, un lugar poco apropiado, pero amante y cultivador del flamenco como pocos. Su toque es trabajado y concienzudo, con un ojo en la tradición y otro en el porvenir. Su guitarra es un instrumento completo y, como tal, se afina y destempla de forma diferente según la pieza que Rubén acaricia.
También he escuchado estos días el cante de Sara ‘La Samarona’, en Le Chien Andalou (e iré a verla a la sala Príncipe el jueves), con su poquita voz, pero con su aire canastero. Suelta en los tangos y contrita en los cantes mineros. Se acuerda sobre todo de Camarón y de Lole Montoya.
Regularmente también veo a Josele de la Rosa, un joven pegado a su guitarra, a la que le saca el sonido más flamenco que puede, asemejándose a todos sus maestros, que son cualesquiera que le hagan gemir a la guitarra. Su evolución, día a día, es palpable.
Una iniciativa para aplaudir sin discusión es la oferta de Los Lunes Flamencos de la ONCE (y aquí me detendré un poco más). Desde hace cuatro a cinco meses, el último lunes de cada mes, algunos aficionados de esta Organización, presentan un breve festival flamenco para promocionar a nuestros jóvenes valores, que por suerte hay muchos y con perspectiva. Su planteamiento es el de invitar cada día a una peña y que ella aporte sus artistas entre los chicos y chicas que se mueven en torno a ella. Este lunes quien hizo de anfitriona fue la peña de La Platería, que aportó bastantes nombres (aunque, por compromisos de última hora, no pudieron acudir Ana Mochón, Gilberto de la Luz y Antonio de la Luz).
El pasado 23 fue el primer día que acudí a esta cita, pues los anteriores me habían coincidido con Flamenco Viene del Sur (que también se programan los lunes) y otros eventos. Es un formato de festival que siempre tiene su aliciente. Es necesario arropar a la gente joven, seguirla en su trayectoria, contemplar sus avances, alentar tanto sus aciertos como sus caídas. Lamentablemente no todos valen. El tiempo y la afición son jueces inapelables. Aunque, cuando se da lo que se puede, cuando se da lo que se tiene, el escenario se llena de verdad, que posiblemente es lo que más importa.
Jesús de María es un cantaor de nueve años. A su lado, Álvaro Pérez ‘El Martinete’ con quince, es un guitarrista veterano. Su mentor, Curro Andrés (que también hizo las veces de presentador) está orgulloso de las posibilidades que tiene el chaval. Cantó alegrías, bien moduladas, y fue valiente, pese a sus limitaciones, por Huelva. A Anabel Collado, de catorce años, con el mismo guitarrista, ya la había visto participar en el concurso de jóvenes flamencos de la Diputación y me quedé impresionado por su potencia de voz y sus facultades. Tiene madera, aunque sus formas aún no son muy flamencas. A pesar de su juventud, le va el cante con enjundia, como las granaínas o las seguiriyas. Bien por ‘El Martinete’, que rizó el rizo tocando las granaínas en tono de rondeñas, algo francamente difícil, que también le exige al cantaor, en este caso cantaora, una concentración especial.
Iván Vílchez ‘El Centenillo’, no es que sea mayor, pero quizá le lleve diez años a esta última cantaora, que en flamenco, como en el ejército, es un grado. Le acompaña a la guitarra Francisco Manuel Díaz, hombre sin edad, tan grande como su corazón. Está siempre que se le necesita. Iván hizo malagueñas de la Trini, donde se acordó del maestro ‘Cobitos’ y demostró ser grande en el cuplé por bulerías.
* Álvaro ‘El Martinete’ en un archivo del facebook de su tía.
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